Cartas de una sombra
El ser humano y la guerra
José Antonio Córdoba.-La guerra a lo largo de la evolución de la humanidad ha sido, es y seguirá siendo decisiva para eso que mal llamamos, evolución.
Pese a lo que nos pese, la moldeadora de la civilización es la guerra, tanto en términos biológicos, culturales y sociales.
Hoy la guerra la vemos a través de los medios de comunicación, sentados en la comodidad y seguridad de nuestros hogares. Después de que los medios nos hayan condicionado sobre quién es el dragón a batir, tomamos nuestras redes y nos convertimos en matadragones, sin saber realmente a qué obedece tal o cual conflicto.
En febrero de 2022, escribía un artículo, «Sí a la guerra», mientras que la mayoría llenaban sus redes con un “No a la guerra”, ya que los medios nos habían trazado las directrices hacia quien debíamos de odiar. Cuatro años después, ya nos tienen centrados en otros desvaríos, mientras las guerras en el mundo siguen su curso.
La guerra ha sido la evolución de las luchas por la supervivencia con otras especies, donde se ha fortalecido la cooperación entre individuos de un mismo grupo. De la necesidad de elaborar trampas para cazar a una presa, a la elaboración de estrategias militares para vencer a un enemigo en igualdad de condiciones.
Mientras en la sociedad civil las jerarquías establecidas eran flexibles y manipulables, la guerra forjó jerarquías más sólidas y complejas que han dado paso a las que rigen hoy en día entidades públicas y privadas.
El avance en tecnología también se ha fraguado en los campos de batalla, ya que la necesidad de tener recursos y armas superiores al enemigo ha agudizado el ingenio humano para la guerra, pero no solo en armamento, sino en infraestructuras, logística y lo fundamental, el alimentar a la tropa. No olvidemos que en la antigüedad se llegaban a movilizar centenares de miles de individuos, a los que ambos bandos debían de alimentar, y no siempre bastaba con el pillaje allá por donde pasaban.
Pero la guerra también ha influido en la psicología no solo de quienes combatían sino de la población en general. Conforme las contiendas evolucionaban se hizo preciso la necesidad de reflexionar sobre las mismas, la ética en la guerra; en la necesidad de unas reglas de confrontación; en la estipulación de acuerdos sobre treguas, o sobre la integridad de los presos e incluso de las poblaciones que se veían afectadas con la contienda bélica. Muchas veces pasadas por el forro de los pantalones de quienes combatían.
Sin embargo, pese a que el ser humano ha vivido en guerra desde sus propios orígenes, con el paso de los siglos, se ha tenido la necesidad de contar a la sociedad civil el por qué de la guerra, por un lado, la necesidad de atacar, y por el otro, la necesidad de defenderse del atacante, pero que en definitiva no era más que la misma moneda pero distinta cara. Desde las tradiciones orales, al arte o la literatura están plagadas de odas a la guerra, de llantos de los vencidos o de elogios a los vencedores, todo ello para fomentar la unión frente a un enemigo.
Es curioso, empezamos a construir para protegernos de los ataques de depredadores y acabamos construyendo castillos, fortificaciones, murallas para defendernos de los de nuestra propia especie, hoy son tapias cada vez más altas, cámaras de seguridad, etc. Por lo que me ratifico en que, «no hay especie más carroñera y depredadora que el propio ser humano»
Si miramos con frialdad la evolución del ser humano, vemos que, sí o sí, ha evolucionado a costa de la vida del prójimo. Tecnología, comunicaciones, medicina, sociabilidad se han fraguado entre las llamas de los escombros de la guerra, aderezados con la sangre de soldados y víctimas. Por ejemplo, antes de la guerra ruso-ucraniana, el dron era algo casi desconocido, hoy tenemos drones hasta para que nos la escurra cuando vamos a mear.
Hoy que tanto nos manifestamos en favor de la paz, veo que lo hacemos en lugares muy distantes, como he dicho antes, no nos manchamos las manos, aunque la lengua la tengamos muy larga. Aún no he visto a todos estos que se manifiestan por la paz, ir a la zona en conflicto y manifestarse allí, concienciar a los de allí a que no se peleen. La hipocresía del ser humano es su otro mayor defecto.
Hay quien hoy dice o alega que el ser humano puede vivir sin la guerra, a lo que yo respondo: «La guerra es al ser humano como al escorpión el instinto de clavar su aguijón»
La necesidad de la guerra o la ausencia de esta en el devenir de la sociedad humana ha sido y seguirá siendo tema de grandes debates filosóficos, sociológicos, psicológicos, etc.
Se dice que bajo unas determinadas condiciones el ser humano podría vivir sin guerras, pero pensad: «Somos violentos por naturaleza, nos peleamos en casa, en el bar, en un partido de fútbol, en un atasco…¿Qué no haremos cuando nuestra integridad esté en peligro?»
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