Volviendo a la isla. Las urgencias del hospital

Gallardoski

Juan Antonio Gallardo «Gallardoski».-Al verso, al ripio, ha tenido uno que acudir para tratar de contar la impresión personal- uno habla de lo que ve, de lo que conoce- que me han causado un par de visitas a las urgencias médicas del hospital, por razones que no vienen al caso. Estoy bien, tranquilos. 

La primera conclusión a la que he llegado es la ausencia de ricos, de gente con pasta, porque ahora para los voceros neoliberales un rico es cuestión relativa y nadie parece saber muy bien qué cojones es eso de un rico. Lo que yo sí sé perfectamente es qué cosa es un pobre. 

Así lo he rimado y así os lo cuento, cual rapsoda declamando medio piripi en un ateneo de barriada: 

Madres jóvenes con niños, 

ancianos, sillas de ruedas, 

macarras que van heridos 

o vienen de una pelea. 

Muchachos con los tobillos 

hinchados y hembras maduras 

con una bata se cubren 

infames magulladuras. 

Hijos que esperan noticias 

de la salud de sus madres 

celadores y enfermeras 

pasan sin mirar a nadie. 

 Angustias, llagas e infartos 

y algunos con la epidemia 

en una salita aislados 

por un cachito de tela.  

Ambulancias ululando

van anunciando tragedias

hombres vestidos de blanco

meneando la cabeza.

viejitas que se marean

y van con una vía abierta

mientras las nutre una goma

de alimento por la vena.

Bebés con fiebre que gritan,

madres que parecen niñas

y mucha gente con frascos

para análisis de orina.

Sólo pobres, aquí encuentras.

No hay ricos en las urgencias,  

 ni siquiera hay clase media.  

tal vez es porque no enferman. 

Sonará esto a demagogia,  

creedme, es un hecho empírico. 

 Afirmo que, en las urgencias,  

 no he visto en mi vida un rico.

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