Volviendo a la isla
Juan Antonio Gasllardo «Gallardoski» .- Tiempos modernos
¿Ha declarado usted al fisco sus misérrimos ingresos por los cuatro libros de mierda que ha vendido el pasado ejercicio? Ah, intelectualillo de aldea con esas ínfulas de Baroja a lo pobre, le empapelo.
Pues no, caballero, permita que le informe de que no tiene derecho a esa ayuda de la beneficencia, porque el ministerio se equivocó y le ingresó más euros de la cuenta la otra vez que anduvo usted en la puta miseria y usted, en lugar de devolver diligentemente aquellos pocos euros, se los gastó en pagar la luz o el agua que debía unos cuantos meses y parece que le gusta a usted, pese a su pobreza, lavarse todos los días. Circule que hay mogollón de camaradas en riesgo de exclusión esperando en la cola. Deme el número de cuenta, ¿cómo que no se lo sabe? ¿Cómo que no sabe lo que es el IBAN? ¿Ha traído su tarjeta sanitaria?
Póngase la mascarilla, quítese la mascarilla. Use guantes. Quítese los guantes señora, por dios, no sea ridícula.
¿Se ha lavado las manos con gel? Pues si no lo ha hecho salga usted de mi consulta. Póngase el gorrito grotesco, límpiese los pies a la entrada. Cierre la puta puerta al salir.
Con las dos vacunas todos tranquilos. Nadie se confíe por tener las dos vacunas. Los porcentajes de eficacia e inmunidad están garantizados. Los porcentajes son sólo eso, amigo; porcentajes y la ciencia no puede prever las diferentes mutaciones del virus.
Espere su turno para vacunarse, espabilado, que hay mucha gente por delante. Vacúnese sin cita, mendrugo, que parece usted tonto llamando al SAS para cualquier chorrada.
Viajen y disfruten como jubilados de nuestro vasto país. Hay mucho peligro en Canarias, pero se está de lujo en Teruel y viceversa. Como sigan ustedes con esa movilidad entre comunidades autónomas, vamos a morir todos.
Jóvenes, jóvenas y jóvenos: vamos a irnos de festivales musicales, que ya iba siendo hora. Pero no bailen, no beban, no follen. O sí, háganlo todo a la vez a ver que índices de incidencia nos arroja el apareamiento.
Qué viva el ocio nocturno, la culpa de todo la tiene Yoko Ono y el ocio nocturno y sus lúbricas circunstancias. Si dejasen a los jóvenes irse de discotecas no estarían drogándose y emborrachándose por las playas y las plazas. Si cerramos las discotecas los jóvenes se aburrirán y se irán a ver series de Neflix de madrugada.
Establezcamos un toque de queda, qué dice la justicia que no se puede en Orense, pero sí en Teruel, otra vez Teruel, ¡Viva Teruel!
Véngase a este banco, a sufrir colas humillantes en la puerta, sienta el frío ambiental y el frío del desprecio de las entidades bancarias y de muchos de sus empleados que con sólo mirarle a usted, ya saben que acuden a la sucursal para lo de la paguita, para lo del pago de los recibos que por cojones tuvo que domiciliar en una cuenta en la que nunca hay saldo. Donde tal vez nunca lo vaya a haber.
Asuma como suyas las obligaciones absurdas, cuando no caprichosas, que le imponen. Venga a dar fe de vida con el carné de identidad en la boca. Sufra cuando le digan que el carné está caducado y que no puede sacar un céntimo de los seiscientos que le ingresa el estado tras treinta años de trabajo por cuenta ajena. Llame a la policía nacional para que le den cita para conseguir así otra vez cita en el banco, para poder así pedir cita en el médico de pago, porque la seguridad social no se hace cargo, y poder por fin arreglarse esa uña del dedo pulgar de su noble pie, que le atormenta de dolor y que el callista le avía por unos cuantos euros una vez cada dos meses.
Citas, citas y citas, como una ligona internauta exhibiendo su escote.
Números de teléfono que marcas y que nadie atiende, máquinas amables que te guían por el sistema para terminar no llegando a ninguna parte. Tiempos modernos: Si quiere hablar con un agente pulse uno, si quiere ser atendido presencialmente pulse dos para coger cita.
Lo sentimos, en estos momentos no podemos ofrecerle cita presencial.
Emborráchese en la mesa, pero no puede sentarse en la barra. Eso el jueves, el viernes: póngase hasta el culo en la barra, como ha sido siempre y como manda el dios Baco, pero como se le ocurra coger la turca en la mesa llamamos a los agentes de la autoridad, que están para eso. Para la recoger borrachos.
Corra el cambio de quincena a cambiar de acera su automóvil aparcado, que a las siete y media de la mañana, un ejército de municipales y de grúas van a por usted, es decir; a por su cuenta corriente, ¿el motivo? El delirio de un urbanista puesto de marihuana.
Si fuésemos mal pensados, estaríamos barruntando que se trata de una suerte de experimento sociológico con el que se evalúa la paciencia ciudadana. Someter a pequeñas humillaciones a las personas, ponderar el aguante que tiene un ser humano hasta que surge el chispazo liberador de la dignidad y dice ¡basta!
¡Basta, hombre, que ya está bien!