Mudanzas y rescates

Gallardoski

Juan Antonio Gallardo «Gallardoski».- Humor henesto y vago

Le dijeron a Pla unos amigos suyos, que, posiblemente él fuese- aparte de otras consideraciones- fundamentalmente un “humorista” Y le faltó el tiempo al maestro ampurdanés para armar con apuntes, artículos y retales de aquí y de allí, un delicioso libro al que tituló: “Humor honesto y vago” La explicación de este título en el prologuillo del libro es, también, una delicia. En él, Josep Pla, subraya cómo su mirada se ha ido escorando hacia una conformidad con los defectos y los presupuestos de los demás.
Decía José Manuel Caballero Bonald, que envejecer es una sucesión de pérdidas. Lo es, pero tienen los años vividos una cualidad imposible de asir en la juventud, por espabilado que se pueda ser, y esta es: “la perspectiva” Hay mucho pasado al que mirar y al que ponderar.

Poco futuro, sí, pero es que futuro, Sid Vicius dixit, no hay. Ni mucho ni poco.
A uno, lo del humor, también se lo han referido alguna que otra vez. Ya sé que la primera broma de este artículo va a ser esta subrepticia comparación con Josep Pla, pero a estas alturas uno puede darse algún que otro capricho, total: a quién le importa.
A Pla, en el fondo, que lo cataloguen de humorista le hace poca gracia, él hubiera preferido que lo emparentasen con su admirado Montaigne. A mí igual, por seguir con la analogía, si alguien en vez de decirme alguien que si Camba o que si Larra, ante los que, por supuesto, me quito el sombrero, me dijese dulcemente que Pessoa o el mismo Pla, le pago café y copa si me pillan con posibles esa tarde.
El humor, a qué engañarnos, no tiene tan buena prensa como la tragedia, el drama o la epopeya. Se diría que en esos géneros anida la ambición, si se tuviese, de cambiar el mundo, el anhelo estético o la codicia de la trascendencia.
Al humor se le deja, literariamente hablando, la parcelilla de pasar el rato. Puede ser, pero tendremos que acordarnos a estas alturas de Cervantes, al que el gran amor de Voltaire- la científica, Émilie de Châteletse- se negaba a leer en español, porque consideraba que un idioma cuya más alta cumbre literaria es una obra cómica, le merecía muy poco respeto.

Uno lo practica en su escritura por higiene mental y como mecanismo de defensa frente a la tontería y al poder. Sí, al poder. Llevamos media vida escribiendo a la contra- así nos ha ido- y observando cómo ni la concienzuda diatriba, ni el psicologismo más audaz, ni el más documentado glosario de argumentos, han conseguido nada contra los adversarios. Ni cosquillas se les hace con la perorata.
Sin embargo, una guasa fina sobre los oropeles de alguna convención poética, social, política. Una leve ironía a la hora de describir al gerifalte equis o zeta, y, de momento ¡un furor!, ¡una respuesta airada! …y en muchos casos un enfado de no te menees. No es que se pretenda enojar a nadie, pero sí suscitar alguna reacción en esa nebulosa a la que llamamos el otro.
Ahora bien, para esgrimir esta facultad de provocar la sonrisa en el lector, el primer objeto de parodia debe ser uno mismo, de lo contrario no se puede tomar en serio el humor.
Es como en las batallas: si la soldadesca observa que el capitán agarra el caballo, blande la espada y se pone el primero de la fila entonando un brutal “a por ellos”, la grey que ese muy manejable y muy aprensiva, se dirigirá en tromba y con gran entusiasmo a la matanza. Con esto del salero ocurre tres cuartos de lo mismo. Si vas a reírte del mundo, empieza por ti mismo, porque obviarte de la chirigota es cinismo, sarcasmo, que se parece al humor, pero con los años he detectado que no, qué va. Es otra cosa y está animada, esa cosa, siempre por la risa de la exclusión, la que por ejemplo frecuentaba Quevedo, frente a la risa piadosa de Cervantes.
Acordémonos de cómo describe el primero la llegada del Buscón a la universidad de Alcalá.
Aquel recibimiento de esputos y burlas se narra sin compasión, con burla y la burla es reaccionaria.
Vayámonos, ahora, a otro pasaje, el “Manteo de Sancho” por ejemplo en el Quijote. ¿Quién osa reírse de Sancho hoy día? ¿Quién no se siente de Sancho partidario y se conmueve pese a la vis cómica de la escena? ¿Quién no considera unos borricos a los venteros? ¿Quién, como Don Quijote, no estallaría al contemplar la escena en “denuestos y baldones”?

A ese humor me quiero yo adscribir. Al que toda tiranía teme, desde la Iglesia con sus prohibiciones paulinas de la broma, o de la misma comedia de Aristóteles, como contaba Eco en el “Nombre de la rosa” hasta los distintos fundamentalismos ideológicos que soplan como un viento que, desde la derecha a la izquierda más pacata y doctrinaria, nos quiere robar el aire, ese que precisamos para respirar cuando nos da la risa. La risa: la subversiva y liberadora risa.

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