Un estado autómico tan esférico como líquido
El Estado de las Autonomías necesita un repensado. No una cancelación oportunista como hace la extrema derecha y después de manera hipócrita se valen de ellas institucionalmente. No se trata de una idea traída ahora al rebufo de lo ocurrido con la Dana en Valencia.
Si no tiene sentido que coexistan diecisiete sistemas de salud y diecisiete sistemas de educación y diecisiete etc. más, menos aún tiene sentido que la relación entre autonomías sea de competir entre ellas como si países diferentes fuesen, y no lo de coordinarse y completarse en todos los sentidos en un proyecto común como Estado.
No son pocos los que afirman, sobre todo fuera de nuestras fronteras (entre ellos el medio británico nada sospechoso como el The Economist), que España puede que haya ido demasiado lejos en la descentralización, que es babélica, costosa e ineficaz en la medida que dispersa esfuerzos y desdibuja la marca España en los mercados internacionales.
Todo este dispendio augura una ola de antiautonomismo que se irá apoderando de la opinión pública como así está siendo y aprovechando de forma oportunista por la extrema derecha. La racionalización del Estado de las Autonomías debería haber sido una bandera de todos. Sin embargo, todo lo contrario, los nacionalistas e independentistas y los que no son ni una cosa ni la otra, se apuntaron como pocos a la fiesta, y en esa estamos.
La simplificación federal que debería estar a la vuelta de la esquina no termina de ser expresada por quienes la defiende como remedio.
En el recomendable libro “España: el pacto y la furia” del periodista catalán Enric Juliana, se puede encontrar un dibujo perfecto del actual Estado de las Autonomías, que reproduzco literalmente a continuación:
“Quien viva a caballo de dos ciudades, no tardará en hacer suya la imagen poética de las esferas. Incluso es posible que la abrace con entusiasmo, ya que ayuda a explicar de manera seductora el no siempre fácil tránsito entre dos realidades intensas. Madrid y Barcelona, pongamos por caso.
O las diecisiete esferas autonómicas, alborotadas estos días por la reclamación catalana de una revisada solidaridad con la España subvencionada. Diecisiete esferas, sí señor. Diecisiete orgullos. Diecisiete relatos abocados a la repetición. Diecisiete parlamentos condenados al aburrimiento. Diecisiete burocracias sedientas de justificación.
Diecisiete debilidades, también, ante el futuro que se aproxima. Diecisiete administraciones que pronto, muy pronto, van a sufrir los rigores de un mayor malestar social. Diecisiete centros de poder cuyo éxito principal, sobre todo en el sur, ha consistido en el perfecto drenaje de los 118.000 millones de euros que Bruselas ha puesto a disposición de España en los últimos veinte años, ¡más dinero que el plan Marshall!
Diecisiete territorios. Diecisiete reinos de taifas. Diecisiete juntas, como en los albores del siglo XIX. Diecisiete directorios obsesionados por el poder mediático, como es ley en el siglo XXI. Diecisiete histerias que escribiría Sloterdijk.”
Enric Juliana basándose en la trilogía “Esferas” del filósofo alemán Peter Sloterdijk, hace un acertado semblante de lo que se ha convertido o está degenerando el actual Estado de las Autonomías.
Peter Sloterdijk, al que hay que leer despacio, porque es interesante, denso y hasta musical, sostiene que el habitáculo esencial del alma humana es la esfera. Solo en el interior denso de una esfera puede realizarse la armonía. Sentimientos e ideas tienden a fabricar esferas. No se trata de una rebuscada abstracción utilizada para explicar la forma que tenemos de relacionarnos los humanos. Cualquier persona pegada a un móvil es un ser esférico.
En el tercer volumen de su trilogía, Sloterdijk define la época actual como la era de la espuma: una infinita aglomeración de vínculos livianos y extraordinaria disposición al cambio de forma. Una metáfora que nos aproxima a la sociedad líquida del ensayista polaco Zygmunt Bauman.
Enric Juliana sentencia lo esférico y líquido del Estado Autonómico con mucha ironía y no menos socarronería: “Agua y espuma. Bauman y Sloterdijk podrían abrir una peluquería. Aclarar, peinar y marcar el caos contemporáneo, he ahí una alta misión para filósofos y sociólogos”.
No sé si el actual Estado de las Autonomías necesita de filósofos y sociólogos para repensarlo como parece sugerir el periodista catalán, lo cierto es que políticamente no hay nadie que se preste a ello.