Es la geografía, estúpidos

Fernando Cabral Hidalgo, Opinión

Fernando Cabral.-La ayuda económica y, sobre todo, militar a Ucrania por parte de la comunidad internacional era imposible mantenerla en el tiempo, al menos, en la misma medida, es decir, tenía fecha de caducidad. Los pronunciamientos de apoyo y defensa de Ucrania de los líderes europeos era lo que había que hacer, pero en el fondo todos sabían que tarde o temprano tendría que terminar, máxime cuando las sanciones económicas y financieras impuestas a Rusia se ven que no son eficaces ni mucho menos disuasorias.

Dos hechos recientes no han hecho más que precipitar la posible solución del conflicto desatado por Rusia, por supuesto con una más que segura aceptación por parte de Kiev del actual estatus, es decir, pérdida del 20% de su territorio a cambio de nada, ni siquiera de seguridad futura y la cesión de gran parte de sus recursos naturales a EE.UU.

La victoria de Donald Trump en noviembre de 2024 y su llegada a la Casa Blanca y el derrocamiento del régimen tiránico del rey sirio El Asad en diciembre de 2024, en una ofensiva relámpago de los rebeldes después de 11 años de guerra civil en el país y que el régimen sirio no mostrase resistencia alguna, todo ello con la anuencia de Rusia, hasta ese momento único valedor del régimen sirio, es parte de acuerdos más globales. Rusia abandona su influencia en Siria en beneficio de Israel, es decir, Estados Unidos, y este le permite una solución a su favor en el conflicto con Ucrania.

Para entenderlo no es necesario acudir a ningún aspecto conspiranoico, tan solo es leer el libro “Prisioneros de la Geografía” del periodista británico Tim Marshall, una autoridad en materia de información internacional, con más de veinticinco años de experiencia como reportero y corresponsal de guerra en Croacia, Bosnia, Macedonia, Kosovo, Afganistán, Irak, Libia, Siria e Israel.

En dicho libro manifiesta que para entender y explicar lo que ocurre en el mundo solemos referirnos a personas, ideas y movimientos políticos, pero sin los condicionantes que impone la geografía, el resultado de semejante aproximación sencillamente está incompleto. Desgrana de forma exhaustiva cómo los límites reales y físicos -montañas, ríos, mares y hormigón- se interponen entre lo que los dirigentes han querido para sus países a lo largo de la historia y lo que han podido conseguir. Continúa diciendo que muchos de los accidentes geográficos del planeta seguirán existiendo en el futuro. De esta manera, describe que la cordillera del Himalaya continuará separando a India y Pakistán e impidiendo en gran parte un enfrentamiento directo. Florida continuará siendo el guardián que vigile la entrada y salida al golfo de México, pertenezca al país que pertenezca. Las actuales pretensiones de Trump de anexionarse Groenlandia tiene que ver más con la seguridad que con la cuestión de hacerse con los recursos naturales. La oriental y paciente querencia de China de recuperar la isla de Taiwán podría ser la moneda de cambio.

Defiende Tim Marshall que Rusia desde la desaparición de la URSS mira con nostalgia a la vez que con angustia hacia el oeste una extensa planicie desde los Montes Cárpatos por la que es relativamente fácil llegar hasta la propia capital Moscú. De ahí que su pretensión sea de poner sus límites fronterizos en los Montes Cárpatos, Cáucaso, Mar Negro, es decir, más allá de Polonia, Ucrania, Lituania, Letonia y Estonia. Lo de Ucrania no sería más que el primer paso.

Más allá de los intereses comerciales que los hay y en abundancia, entrando en un terreno eminentemente especulativo, lo que está ocurriendo respondería, por tanto,  a que las tres superpotencias (EEUU, Rusia y China) han entrado en un juego macabro, algunas veces tácito y en la mayoría no, de hacer de las barreras naturales geográficas sus defensas, y si para ello tienen que extender sus dominios por la razón de la fuerza, lo harán.  

No faltarán los que piensen que en unos momentos en los que con la tecnología militar no es necesario la cercanía para convertir cualquier punto en objetivo. Esto es cierto, pero no es menos cierto que ninguna tecnología militar presente y futura va a hacer desaparecer montañas, llanuras, ríos, lagos, mares y océanos, que son las  barreras geográficas que determinan la persistencia de un imperio en el tiempo.Por ello, parafraseando aquella expresión atribuida al expresidente Bill Clinton, podemos decir “Es la geografía, estúpidos”, que no se debe ignorar como factor que determina la historia mundial y que está detrás del nuevo orden mundial que se pretende imponer.

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