El ascensor social no funciona

Fernando Cabral Hidalgo

Ascensor Social es la forma gráfica de referirse a la movilidad vertical, el cambio de una clase social a otra, sea ascendente o descendente, más en lo primero que en lo segundo. Una de las características de la educación, durante su expansión en el siglo XX, fue la de “ascensor social”. Permitía cierta movilidad social y mejora de las condiciones de vida, de trabajo… de los jóvenes.

    Hoy día aquel ascensor social que representaba más que nada la Educación Pública está más que pervertido, estropeado por no decir inexistente. El relato de la meritocracia, la idea de que podemos conseguir una mejor vida, un mejor trabajo, un mejor estatus social, gracias al esfuerzo y nuestras capacidades es solo un relato, una narrativa. Un mito moderno.

    La desigualdad crece a la misma velocidad que la desesperanza: la falta de movilidad social hace que las generaciones jóvenes, sobre todo aquellas con menor nivel de ingresos, se encuentren ahora con menos posibilidad de ascender que sus padres. 

    No son pocos los estudios de expertos que manifiestan que la probabilidad de que un niño con los ingresos más bajos acabe en la clase más alta es solo del 12%. De tal manera que un niño nacido en una familia de la élite económica de nuestro país, el 1% más rico, tiene 24 veces más posibilidades de seguir en esa clase social que los que han nacido entre los más pobres.

    La actual estructura social se mantiene gracias a esta falta de ascensor: estar en las élites económicas y políticas te da poder y tienes acceso a la toma de decisiones. Y cuando estás en esa élite tomas las decisiones pertinentes para que se mantenga el sistema. Hace falta una especie de renovación social, ya que si siempre son los mismos, siempre se van a defender los intereses de los mismos. La desigualdad no solo condiciona el presente, sino que al heredarse también condiciona el futuro, convirtiéndose en un factor clave para explicar el actual estado de la sociedad española, donde el llamado ascensor social lleva décadas averiado.

    La realidad lamentable es que cuanta más desigualdad hay en la comunidad menos ascensor social hay. En España, es Catalunya la comunidad con mayor nivel de movilidad absoluta y relativa y en concreto Barcelona. La más baja es Andalucía, en concreto la provincia de Cádiz. Las provincias con más desigualdades son las que dan menos oportunidades. Por tanto, la brecha se está haciendo más grande entre comunidades. 

    Y un apunte más, este con perspectiva de género: Las niñas tienen menos hueco en el ascensor social que los niños. Es decir, las niñas nacidas pobres tienen un 15% de menos posibilidades de ascender socialmente que los niños nacidos pobres.

    Si atendemos a los términos absolutos, observamos que la movilidad de clase tendió a descender en clave general y, actualmente, las generaciones jóvenes se encuentran ahora, en esos mismos términos, con posibilidades de movilidad hacia arriba menos favorecedoras que sus padres. Para más inri, ni siquiera tener estudios superiores garantiza ascender socialmente si proviene de clase más pobre.

    Según los datos ofrecidos, cuatro de cada diez personas con padres de bajo nivel de formación posee la educación secundaria. Sin embargo, tan solo doce de cada cien tiene un grado superior y solo dos de cada cien alcanzan un nivel de estudios de máster o superior. También indica que cuanto mayor es la inversión, mayor es la movilidad educativa. En España, sin embargo, la inversión en educación con respecto al PIB se halla un punto por debajo de la media, mientras que el gasto por alumno desciende en un 10% respecto a la misma.

    Por todo lo anterior sorprende sobre manera que políticamente los partidos y organizaciones políticas supuestamente más sensibles con la igualdad de oportunidades no se empleen con mayor dedicación y dureza en la denuncia y reivindicar, así como exigir las inversiones necesarias para revertir la triste realidad. 

    La responsabilidad política de que el ascensor social en España no funcione del todo, que en Andalucía esté estropeado y que, concretamente, en Cádiz no existe desde hace muchos años la tiene el PSOE y el PP. Pero igualmente resulta, cuanto menos lamentable que un diputado de una organización política supuestamente más sensible a este problema, solo encuentre tiempo para indignarse porque se menosprecie el acento andaluz o para irse a Madrid, para en las puertas del Museo del Prado, exigir para Andalucía no sé qué cuadros y obras de artes y no vaya para denunciar la triste realidad de presente y futuro en Andalucía y en concreto en Cádiz.

    Ponerse ahora rápidamente de acuerdo en aumentar el endeudamiento para facilitar una mayor  inversión en armas no es más que la prueba evidente de lo que estamos hablando.

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