Apuntes de Historia DXVI
Manuel Jesús Parodi.-La manzanilla en Agustín de Foxá (VI)
Seguimos en los párrafos de hoy con la intención de acercarnos a las distintas menciones que el diplomático, aristócrata, escritor y poeta Agustín de Foxá [https://dbe.rah.es/biografias/9839/agustin-de-foxa-y-torroba] hace de la manzanilla en los capítulos de su novela “Madrid de corte a checa”, un clásico de la literatura española de la primera mitad y mediados del siglo XX cuya primera edición aparecería en 1937, en plena guerra civil española.
Como hemos señalado -y volvemos a hacer ahora en atención, como siempre solemos hacer, a quienes no hayan podido seguir los precedentes artículos de esta pequeña serie- el siempre original y heterodoxo Agustín de Foxá y Torroba (personaje tan original que siendo nacido en Madrid siempre se consideró catalán, al ser Cataluña la tierra de sus ancestros, y que estando destinado en la Italia fascista como diplomático fue expulsado de allí por Mussolini acusado de espionaje, acusación que encubría el abierto enfrentamiento que el conde Foxá sostenía con el ministro de Asuntos Exteriores italiano, el conde Galeazzo Ciano, yerno del propio Mussolini, quien mantenía unas actitudes de menoscabo que Foxá no estaba dispuesto a tolerar) escribe esta novela histórica de manera contemporánea a los propios hechos que en la misma se relatan, centrándose el argumento y desarrollo de la obra en los momentos finales de la Monarquía de Alfonso XIII, el advenimiento de la II República y su tormentosa y breve duración y los primeros momentos de la guerra civil española, momentos y cuestiones que el autor refleja tan metafórica como gráficamente en el propio título del libro, que no es otro que el de “Madrid de corte a checa”, como venimos señalando.
Por las mismas razones que hemos aducido señalaremos ahora nuevamente que la novela, de la cual empleamos una edición publicada por Planeta que viera la luz en Barcelona en 2001, se vertebra en torno a tres grandes capítulos que aparecen en el índice de la obra del modo siguiente: Primera parte. “Flores de Lis” (páginas 13 a 80 del volumen); Segunda parte: “Himno de Riego” (páginas 81 a 218 del libro); Tercera parte: “La Hoz y el Martillo” (páginas 219 a 351 de la obra), contando con un prólogo a cargo del eminente profesor e investigador Jaime Siles (un texto que se extiende entre las páginas 5 y 12 de esta edición que manejamos).
En las páginas de esta novela histórica suya, Agustín de Foxá menciona en varias momentos (hasta cuatro veces: en tres ocasiones de manera explícita y una de forma oblicua, tangencial) a la manzanilla, siempre en un ambiente de corte pretendidamente andaluz.
Abunda así Foxá, poniéndolo en sus párrafos (lo que no deja de ser una suerte de denuncia del caso), en el costumbrismo de “lo andaluz”, contexto en el que precisamente inserta sus menciones de la manzanilla, poniendo de manifiesto cómo lo andaluz parece que encuentra su espacio en (y se equipara con) lo frívolo, reflejando el ambiente del “señoritismo” ya en los años 30 del siglo pasado, ya se tratase del domicilio particular del primer presidente de la II República, Niceto Alcalá Zamora (andaluz de Priego de Córdoba, adscrito a las derechas y reciente converso al republicanismo tras haber sido ministro del rey Alfonso XIII), o de un reputado restaurante y tablao del Madrid castizo de la época, el famoso “Villa Rosa”, donde se daban cita potentados del momento al calor de las guitarras y los cantes de Andalucía.
Apuntaremos de nuevo ahora lo señalado en precedentes párrafos de esta serie, señalando que de las cuatro menciones que hace Foxá sobre la manzanilla, la primera se encuentra ya en la primera parte de la novela (el capítulo “Flores de Lis”) y la segunda se localiza en la segunda parte del libro (el capítulo que lleva por título “Himno de Riego”), unas menciones de las cuales nos hemos ocupado ya en los artículos precedentes a estos párrafos.
Así (y como hemos expuesto en los anteriores artículos), la manzanilla aparece entre azulejos, farolillos, guitarras y cantes, en una exposición para nada inocente y como se demostrará en la tercera mención de la manzanilla en esta obra, que aparece en la página 145 de la edición que manejamos, pues Foxá parece querer dejar claro un cierto binomio conformado entre la manzanilla y el falso costumbrismo de las élites de su época, hace ahora casi un siglo, no sin cierto tono de denuncia por parte de este catalano-madrileño del uso torticero de lo andaluz por unas élites económicas y sociales que encabalgaban triunfalmente la época monárquica con la recién llegada era republicana, sin abandonar los estereotipos a los que se veían sujetos pese a su aparente espíritu de cambio (caso de Alcalá Zamora), cuando no directamente revolucionario (caso de Largo Caballero).
De este modo, la manzanilla vuelve a hacer acto de presencia en el segundo capítulo de la obra (la tercera y última mención directa a este vino sanluqueño), en un escenario de ambiente y tono muy similar al de la ocasión anterior, ello si no se trata del propio restaurante “Villa Rosa” (aunque en este caso no se menciona el local donde transcurre esta breve escena).
Dice Foxá (pg. 145): “De madrugada, el colmado tenía un frío verdoso (…). Daban las cinco en la trastienda. Calle de Echegaray, salpicada de un falso andalucismo, con giraldas en el mosaico, fuentes raquíticas entre azulejos y geranios sin sol”. De esta manera el autor dibuja un cuadro de ajado y falso ambiente andaluz, haciendo con ello una denuncia clara de este falso tipismo que estereotipaba (y lo sigue haciendo) lo andaluz reduciéndolo a un tono casi caricaturesco y poniéndolo al servicio de unas élites económicas esencialmente ignorantes de una cultura andaluza a la que despreciaban y usaban como escenario y marco de sus juergas, con lo andaluz convertido en un pastiche sin fondo donde unos artistas de calidad, unos profesionales, debían trabajar sujetos al capricho de algunos.
Sigue Foxá dibujando la escena y dice a continuación: “Los camareros, adormilados, traían la manzanilla bajo la cabeza disecada de un toro negro (…) nostálgico del sol antiguo de una corrida de Vicente Pastor”, para terminar este alfilerazo sobre la manzanilla señalando: “Le temblaba el pulso al coger la copa…”, frase en la que encontramos no la mención de una caña, de un vaso de caña, sino de una copa.
Si bien es cierto que no se especifica de manera explícita que en dicha copa se contenga manzanilla, esto es, que el personaje aquejado de ese temblor estuviera bebiendo manzanilla en la copa que menciona el autor, bien podría ser así, ya que es lo que parece desprenderse del contexto general de la escena.