Volviendo a la isla. Respuesta editorial
Juan Antonio Gallardo «Gallardoski».-Buenos días. He valorado su amable proposición para la edición de mi libro «El culo del mundo estaba sucio” o algo parecido, que más da. Como les digo, he leído con muchísima atención su carta y no puedo negar que al principio se me dibujo una sonrisilla de conmiseración cuando alabaron la frescura de mi estilo y el rigor literario de mi prosa.
Yo también he comentado libros que no he leído y hasta los he presentado públicamente. Ya no hago eso, eran arrogancias de la juventud. Entonces todo lo fiaba a mi verborrea y a mi gusto casi enfermizo por un tablao y por un micrófono. Ahora no, ahora soy una persona formal y digo muchas veces que no a las propuestas de presentaciones, lecturas, esas tonterías que nos hacen disfrazarnos de lo que realmente hubiéramos querido ser; intelectuales, poetas, artistas de variedades.
Y digo que no puedo por decencia y por respeto al que escribe. Pero admito que sí, que raro era que no dijese uno, como lo hacen hoy ustedes, ante los diez o doce amigos del genio aquello de lo de la frescura de la prosa, como las frutas en el mercado. O lo del rigor literario que eso es algo que anima mucho al personal. Yo, algunas veces y atrevido como era, añadía que la herencia cervantina se dejaba entrever en el capítulo décimo de la novela que estábamos celebrando. Y no verás a ningún escritor del mundo- por lo menos del mundo occidental, que los chinos y los indios qué sé yo- que niegue esa herencia. Todos somos cervantinos, todos Quijotes maravillados. Pocos quieren ser Sancho Panza. Yo sí.
Yo con los años y los kilos me siento mucho más Sancho y por eso mi escepticismo ante la maravillosa y Barataria ínsula de éxito editorial con la que, tan sinuosamente, me tientan ustedes. La carne es débil. Cuántas haciendas y cuántos prestigios se han abismado durante el curso de la historia por culpa de un muslo, de unos labios, de unos bíceps bien torneados como de estatua griega…desde Dalila emboscando a Sansón, hasta el jugador de balonmano estafador, asumiendo con cierta fatalidad el nuevo amor ¡Cosas que pasan! Por cierto; esta familia tan real, a falta de problemas de dinero y de empleo (de momento) se busca los líos ella sola. Las personas humildes no tenemos tiempo para esas travesuras inguinales.
Las personas humildes, como el buen Sancho y yo, sabemos muy bien dónde están nuestros límites. Eso cuesta aprenderlo, pero dándole tiempo al tiempo se aprende. Alguien que crea conocerme pudiera apostillar a esta altura que precisamente humilde no lo considera a uno. Pero yo, como aparte de humilde, con los años me he hecho comprensivo y tolerante, sólo les digo a esos hermanos y hermanas que la paz vaya con ellos allá por donde caminen y les lanzo un beso fraterno con mi mano derecha, un ósculo que vuele a sus mejillas en prueba de buena voluntad y de cariño infinito.
Volviendo y espero que disculpen estas disquisiciones, aunque siendo ustedes editores y tan atrevidos seguro que no les pesan, porque están bien curtidos en la atenta lectura de manuscritos sesudos, el mío, por ejemplo, que eso también creo que me lo han dicho en su carta: “sesudo” Pues muy bien.
Quisiera hacerles saber por la presente, que yo lo que hice fue presentarme a un concurso que me salió en GOOGLE y por el que daban ustedes sus buenos mil quinientos euros al ganador y, además, se podía mandar por email, sin tener que hacer fotocopias ni nada de eso. Las personas humildes nos presentamos a certámenes mileuristas, entre otras cosas por no molestar con nuestras ínfulas a los popes literarios que, ellos sí, tienen la posibilidad de ganarse el premio Planeta u otro de semejante dotación económica.
El concurso, por lo que dicen en la carta, lo ganó otro compañero al que desde aquí doy mi más sincera enhorabuena. Yo, de haberlo ganado me hubiese comprado una moto que he visto de segunda mano. Pero no ha podido ser. A pesar de ello, como me señalan en su carta, han considerado muy positivamente mi manuscrito “El mundo es un pañuelo, lleno de mocos” o algo así, que tampoco me acuerdo muy bien. Y que, en fin, les gustaría mucho contar conmigo en su equipo de insignes creadores.
Y, sinceramente, me parece bien todo. Todo, salvo lo que tal vez sea más importante para ustedes: Esa especie de campaña preventa de la que me hablaron por teléfono.
Entiendo perfectamente la situación del sector editorial en general y sus dudas económicas sobre la inversión en el libro de un desconocido en particular. Yo si nos ponemos a llorar juntos puedo echar el rato y darles la tarde, lo subrayo aquí para que no malicien que ando de broma, qué va; me tomo muy en serio esto de la escritura.
Pero les cuento: mis libros, que son ya unos cuantos, han tenido hasta ahora el siguiente recorrido comercial: tras la campaña que generalmente he hecho yo solito, porque mis editoriales anteriores se han limitado a poner la noticia en redes sociales (y a veces ni eso) como decía, tras la presentación que me la curro bien, se suelen vender 50, 60 libros a lo sumo.
Después y siguiendo esa inercia de salir en los medios de la provincia (cosa de la que siempre me he encargado yo echando mano de amigos y contactos) hay aproximadamente unas veinte personas más que lo compran, bien en las librerías del pueblo, bien a través de internet, porque me conocen del Facebook y les caigo bien.
¿Qué opino de una preventa? Opino sinceramente que va a ser un triste fracaso. Examinando los «me gusta» de mi Facebook, por ejemplo, observo que no suelen pasar de los treinta likes, y de esos treinta la mayoría son seguidores fieles y amigos muy queridos que dudo mucho que vayan a colaborar en la preventa del libro. No es que sean cicateros, es que ya tienen unos cuantos libros míos y dirán; otro, para qué…
Es por eso, porque mi estudio de mercado, desgraciadamente para mí, lo tengo ya más que hecho, que considero inviable la propuesta tal y como me la plantea la editorial.
Además, añadan a eso la gran melancolía que va a producirme observar en su página web o dónde quiera que lo pongan, cómo el objetivo de venta-así lo llamaron ustedes- se marchita cada día, sin esperanza de conseguirlo.
Así que, para que nadie se sienta frustrado, el primero yo mismo, creo que es mejor no intentarlo siquiera. La renuncia a un dolor inútil, decía Félix Grande, es amor por la libertad.
Ahora bien; que quieren ustedes editarlo sin someterlo antes a esa prueba de fuego de la que, ya les advierto, podemos salir todos chamuscados, perfecto. Una vez editado ya les digo; 50, 60, 70 ejemplares como mucho si todo lo fían a los contactos del autor, es decir; yo mismo. Son los amigos y partidarios que tiene uno. Qué más quisiera yo que fuesen más, pero es lo que hay. Creo que estoy siendo honesto.
Gracias de todas formas por el interés y reciban un cordial saludo