Cartas de una sombra. Mientras dormía
José Antonio Córdoba Fernández.- Hoy me ha despertado el palpitar acelerado de la hembra del pollo, queriendo salir del corral de la desidia e inactividad.
En estos días de flama, de ardientes sombras, me desperté sintiendo en mi cuerpo el calor de tu tersa piel. El aroma de la mezcolanza de tu champú predilecto siendo arrebatado por las gotas de sudor, se introduce por mis orificios nasales, atrofiando mi lógico discernimiento.
Me dejé adormecer pegado a la desnudez veraniega de piel. Mi brazo derecho, se convierte en improvisada almohada de tu cabeza. Mi pecho se torna colchón de tu espalda. Mi piernas juegan cual hiedras entre la abertura de las tuyas.
Tu ardiente piel excita mis sentidos. Pero como quién teme perder su último aliento, arrimo mi cuerpo al tuyo, buscando fundirme contigo.
Mi mano izquierda juega en el canal de tus pechos, a los que se agarra como si temiera precipitarse al vacío. Después acaricia tu hombro y siguiendo su languidez va descendiendo por tu brazo hasta encontrar la mano que descansa plácidamente sobre tu cadera, ajena a los perturbados pensamientos que guían la mía.
Tu cadera, el vicio de mis saltos al vacío. Mi mano como hoja que se deja arrastrar por la corriente de una catarata, se desliza por tu cadera para quedar varada en la orilla de tu sexo. Vello púbico a medio talar convierten a mis dedos en manada que deambula por ese monte sagrado en busca de la cueva de la vida, unas veces, otras, prisión perpetua de los deseos humanos.
Lejos de la hostilidad, tus muslos ceden a la presencia de mis furtivos dedos, que juegan aquí y allá, para acabar descubriendo el apasionante viaje por tus nalgas…
Pero te revuelves arrimando con pasión tu cuerpo al mío, temprana hora para juegos, el mensaje de tu beso. Mientras entre sueños llevas mi mano de tu sexo al calor palpitante de uno de tus senos.
Me duermo al sentir en las yemas de mis dedos la piel arrugada y la dureza de tus pezones, mientras acaricias con las tuyas el vello de este brazo que sostiene el acelerado palpitar de tu pecho de mujer…