Cartas de una sombra
Nuestra conducta.
/José Antonio Córdoba.-Si la raza humana se extravía o no, es algo que a la propia especie le importa un carajo. Y es una afirmación.
Atrás muy, muy, muy atrás queda el sentimiento de colectividad, de tribu, de tener presente el bien de la comunidad por encima del propio. Y habrá quién matice, ¡pues yo no soy así!, y puede que quizás sea cierto, y a lo mejor, hasta puedas formar parte del 0,0001% por millón de habitantes del planeta que se sienta como tú. ¿Pero qué es del resto de moradores de este planeta?
Hoy el sentimiento de una sociedad sólida, unidireccional y con objetivos claros, se ha convertido en una sociedad vacía, soluble, multidireccional y sin objetivos concretos. Funciona, si es que lo podemos llamar así, por inercia, por exposiciones sociales y psicológicas en diferentes sentidos, aleatorias, etc.
Al plantear el presente escrito tengo claro los voceros, que como perros de las praderas asoman la cabeza de la madriguera del “yoismo”, para defender su postura en la sociedad. O sea, pertenezco a tal club, Asociación, sociedad, juego a pádel, todos los fines de semanas escalando el Everest de jarras de cerveza o doy una fiesta en mi terraza, etc.
Pero no son más que meras y vacías excusas, necesidad imperiosa de engañarse a sí mismo o misma, falsas apariencias de ser el sustento de la sociedad. A veces, levanto la cabeza, miro a mí alrededor y escucho, donde la palabra más usada por los individuos e “individuas”, es el ¡yo!
¡Yo!, tiempo hace ya que murió su persona, para ser solo verbo con el que imponer al resto del entorno. ¡Yo soy feliz!; ¡yo no necesito!; ¡yo no quiero!; ¡yo estuve!; ¡yo sé…!
Cada día, el yo sé ha convertido en una tarjeta de presentación roída y descompuesta, buscando condicionar nuestro entorno. Después volvemos a casa o despedimos a la visita con miradas de soberbia, con cometarios entre dientes, de miradas que son más un emoticono, que sentimientos sinceros.
Quizás me esté volviendo un ermitaño. Quizás mi visión de la sociedad no corresponda con la actual. Quizás como alguien me dijo una vez, con mucho cariño, ¡has nacido en una época que no es la tuya! ¡Sea pues como tenga que ser!, he vivido las vidas que Dios me ha concedido hasta el momento. De cada una, un disipado recuerdo en mis genes.
Pero como le dicen al protagonista de la película, noticias del gran mundo: Tus historias solo te hacen compañía por un tiempo…