APUNTES DE HISTORIA DLXXXVIX

Manuel Jesús Parodi

Manuel Jesús Parodi.-De nuevo en torno a Las Covachas (IV)

Continuamos abordando en estos párrafos periódicos un texto que nos acercará nuevamente a un espacio patrimonial fundamental de la ciudad como es el de Las Covachas, un texto que formaría parte [como capítulo 1.2.2.3. Reseña histórica -de nuestra autoría] del Proyecto de Rehabilitación de Las Covachas como sede de la Fundación y Centro de Interpretación de la Manzanilla. Cuesta de Belén, s/n – Sanlúcar de Barrameda. Tomo I. Memoria, proyecto desarrollado por el Excmo. Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda (a través de su Gerencia Municipal de Urbanismo, Departamento de proyectos y obras), bajo la dirección de Rafael González Calderón, arquitecto. 

Pues bien, como señalábamos en el artículo precedente, el Palacio Ducal embellece con Las Covachas la parte del mismo que ahora se convierte en el aparato representativo más inmediato al arrabal comercial de Sanlúcar; la representación, la imagen, cumple por sí misma una funcionalidad, y del mismo modo que la fachada de una edificación (y en ello el Gótico y el Barroco habrán de ser maestros) presenta al mundo los poderes de quien ha construido el edificio o lo posee, la monumentalización de un inmueble ya existente constituye un mecanismo de afirmación de poder, cuando no de manifestación y por tanto, de refrendo del mismo. 

En un rizo interpretativo, quizá no sea tampoco casual que -amén de otra especial relación de la Casa de Guzmán con determinados motivos iconográficos- Las Covachas muestren elementos mitológicos de carácter zoomórfico relacionados con un medio acuático.

Quizá, más allá de lo estrictamente estético, se esté mostrando mediante estas figuras -elementos de poder relacionados con un medio acuático, marino, pero, por acuático, también fluvial- mostrar de manera simbólica el poder de los duques sobre el medio acuático (el mar y el río), razón de ser del tráfico mercantil y de la navegación comercial, esto es, razón de ser de la misma presencia física aquí de aquéllos que, venidos de otras tierras al calor de la feracidad comercial de la Bética Occidental, contemplarían desde las bordas de sus barcos -cabeceando en una ribera alejada escasos metros (a una distancia suficiente como para poder contemplar sin mayores problemas la fachada de Las Covachas, si es de contar con que la orilla se encontraba alejada tan solamente un par de centenares de metros a principios del Quinientos respecto a las alturas de Las Covachas) de la majestuosa presencia del Palacio Ducal- la representación y el aparato del poder de los señores de Sanlúcar de Barrameda en su tránsito hacia o desde la capital del Reino de Sevilla. 

Además es de señalar que junto al claro y manifiesto sentido iconográfico y de representación de Poder (con mayúsculas) que señalan y constituyen Las Covachas, contempladas desde esta perspectiva, la existencia de ese espacio físico en un contexto tan determinado y de unas características tan específicas (a caballo entre la acrópolis y el arrabal, justo a las faldas de la cinta muraria y del Palacio Ducal, en el sitio intermedio entre la Puerta de la Mar y la calle Bretones, sirviendo como bisagra entre la zona -el barrio- mercantil, la ciudad y la noble residencia de la Casa de Guzmán), en un marco que, junto a la componente defensiva (habremos de insistir en la cinta muraria y la cuesta en zigzag ascendente hasta la Puerta de la ciudad…), tiene un rol, un componente eminentemente económico que determina no sólo su carácter y naturaleza, sino incluso su propia existencia.

Quizá en estas dependencias anexas al Palacio Ducal y dependientes del mismo pudiéramos encontrar en algún período de su historia particular (y más especialmente en los momentos del tránsito entre los siglos XV y XVI, ese momentum esencial para la eclosión de la Modernidad y el tránsito de la Edad Media) una funcionalidad directamente relacionada con la fiscalidad de la Casa Ducal, con el control, la gestión y el cobro de tasas (de impuestos) de tránsito desde y hacia Sanlúcar, un equivalente a los antiguos portoria de época romana y los contemporáneos “consumos” de la mitad del siglo XX. 

Así, en época romana encontramos esta funcionalidad en los muelles y embarcaderos fluviales, unos muelles que servirían para el embarque de mercancías y personas en las ciudades y alfares (en su caso) de las riberas, ciudades como las que Estrabón (en su obra Geografía, III.2.2, 141) sitúa en las orillas del Baetis y sobre las cuales sostiene que son las más prósperas y conocidas por lo ventajoso de su emplazamiento (Estrabón, op.cit., III.2.1, 141). 

Estos embarcaderos, estos muelles, estas instalaciones, en fin, de las orillas de los ríos recibirían -como las aperturas de las presas de regulación del caudal existentes en no pocos ríos antiguos- la denominación de portus, puertos (esto es, un lugar “por el que se pasa”). 

De este modo, y en el contexto del mismo Guadalquivir antiguo, conocemos de la existencia de distintos puertos romanos tales como los de las localidades de Arva (Alcolea del Río), Axati (Lora del Río), Celti (Peñaflor), Oducia (Tocina), Naeva (Cantillana), Ilipa Magna (Alcalá del Río), Caura (Coria del Río), por citar algunos, unos espacios portuarios (y aduaneros) que servirían para ejercer el control fiscal, el cobro de los impuestos de tránsito o portoria, sobre los productos que en ellos se embarcaran o desembarcaran, o que pasaran por sus instalaciones, todo ello sujeto a la fiscalidad del estado romano . 

Así pues, una funcionalidad análoga a la de dichas officinae romanas (o a la de los puestos -o “puntos”- de los “consumos” de época contemporánea en la España de la posguerra civil, como de seguro recordarán aún no pocos de los lectores de estas líneas…) pudiera haberse desarrollado en Las Covachas (un espacio que constituye un excelente punto intermedio entre la Ribera y la Villa Vieja, entre el Arrabal junto al río y el Barrio Alto de la localidad) por su ubicación física de cara al desarrollo de esta actividad fiscal, un contexto espacial no sólo sujeto a la atención -a la vista- de los duques, sino íntimamente ligado al interés material inmediato de la economía de los señores de Sanlúcar y de la ciudad misma. 

Hemos querido plantear esta posibilidad como una hipótesis de trabajo (algo que hemos desarrollado en trabajos anteriores, publicados en formatos distintos al de estas líneas) que deberá ser considerada de cara a su asunción o descarte mediante la profundización en esta línea interpretativa, y con el ánimo de presentar una -no dudamos que modesta- contribución al análisis, estudio y consideración del común pasado de la ciudad.

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