
Apuntes de Historia DLXVI
Manuel Jesús Parodi.- “A Rafael Pablos. In memoriam. Laudatio”
El hilo de nuestros días es siempre frágil por más que la rutina y acaso la voluntad inherente a la biología nos lleven a vivir como si siempre hubiera un mañana, pero “siempre” y “mañana” son verbos con un futuro muy limitado. Toca hoy, toca ahora, recordar al amigo ausente, disponer negro sobre blanco unas líneas dedicadas a un gran hombre, Rafael Pablos Bermúdez, que era mi amigo.
Es difícil no escribir de uno mismo -acaso es imposible- cuando se escribe de un amigo porque se tiende a evocar lo vivido en común desde el recuerdo, que lo tiene todo -o casi- de subjetivo. Rafael Pablos ha sido uno de mis anclajes a Sanlúcar de Barrameda, unos anclajes que a medida que las personas que los encarnan (o encarnaban) van poco a poco desapareciendo se van a su vez a aflojando, cuando no disolviendo, de una manera que no puedo sentir sino como algo creciente en estos últimos años.
Conocí a Rafael hace un cuarto de siglo mal contado de la mano de otro amigo común, otra buena persona como fue Javier Bartos Jaurrieta. Javier Bartos fue jefe y luego compañero en la siempre ardua, azarosa e incomprendida tarea de la gestión cultural, algo en lo que Sanlúcar de Barrameda no es excepción sino más bien paradigma.
De la mano de Javier Bartos conocí a quien era una de las figuras más respetadas por él en el ámbito de la cultura y la educación en Sanlúcar de Barrameda, el por entonces director de la biblioteca municipal de la ciudad, un maestro llamado Rafael Pablos Bermúdez.
Podríamos hablar de las injusticias de las que fue víctima Rafael Pablos, mal resueltas, mal saldadas con poner su nombre a la biblioteca que él creó allá por los comienzos de la década de los 70 del pasado siglo XX. Pero detener siquiera la atención un momento en las injusticias sufridas por Rafael sería desviar la atención de la grandeza de su figura y de las dimensiones de su trabajo y su legado en esta su querida ciudad.
Rafael, dicho sea sin menoscabo de sus colaboradores y amigos entre los cuales me cuento, creó la Biblioteca Municipal de Sanlúcar de Barrameda que hoy lleva (más que merecidamente) su nombre, creó así mismo una incipiente red de bibliotecas y salas de lectura en la localidad (red hoy desaparecida), creó igualmente la asociación de Amigos del Libro y las Bibliotecas “Luis de Eguílaz”, que presidió durante no pocos años, creó la Biblioplaya de Sanlúcar, la segunda biblioteca en la playa más antigua de España, que aún hoy a trancas y barrancas sigue abriendo al público en los meses de verano en Sanlúcar. Bajo sus auspicios se crearía esta revista literaria “Las Piletas” en cuyas páginas se publican estos párrafos hoy, y gracias a su trabajo siempre altruista y a su inspiración directa la cultura del libro y de la palabra escrita conocería en Sanlúcar un enorme impulso a fines del siglo XX y principios de este siglo XXI en el que nos encontramos.
Rafael era una persona dotada de una enorme e innata capacidad de liderazgo, basada en el ejemplo absolutamente natural dado cotidianamente por él mismo, siendo una fuente de inspiración para todos; su espíritu infatigable y su corazón indomable han sido durante años un referente para quien firma estos párrafos. Me animó a hacerme socio de los “Amigos del Libro”, me incluyó en su Junta directiva de la que hace tantos años vengo formando parte y me propuso convertirme en vicepresidente de la asociación, espacio en el que vengo desarrollando mi acción desde hace más de una década.
Conociendo bien mis inquietudes y mi sensibilidad por mi campo profesional -la Historia y el Patrimonio- fue él quien abrió el paso al desarrollo de una línea de acción relacionada con estas materias (la Historia y el Patrimonio Cultural e Histórico) en el seno de la asociación “Luis de Eguílaz”.
De esta forma y en este sentido, impulsó el desarrollo de actividades en estos ámbitos, unas acciones como los “Ciclos de Temas Sanluqueños” cuyas dos primeras ediciones ya desarrollé antes de integrarme en la asociación; del mismo modo me animó a desarrollar otro proyecto como es el de las Jornadas de Historia Arqueología y Patrimonio que se vienen celebrando desde hace más de una década e igualmente gracias a sus ánimos y su respaldo vería la luz la “Revista de Historia, Arqueología y Patrimonio del Bajo Guadalquivir. Gárgoris” que dirijo. Ninguna de estas iniciativas culturales habría podido ver la luz sin el respaldo incondicional de mi amigo Rafael Pablos.
Todo ello es muestra de su enorme generosidad y de su amplitud de miras así como de su ánimo a la hora de incorporar a las líneas de acción de este colectivo de Amigos del Libro cuantas iniciativas pudieran servir para el fomento de la divulgación cultural y la socialización del conocimiento desde distintos ámbitos.
Fueron muchas las horas compartidas con Rafael, horas en las que se sucedieron trabajo de despacho, reuniones con otros colectivos culturales y con la administración pública, encuentros con personas, en fin, interesadas en el libro y la cultura, y fueron muchas también las horas dedicadas a la organización de acciones, de actividades, de proyectos y de propuestas; entrar en el detalle de cada una de ellas sería prolijo, pero recuerdo muy bien las mañanas transcurridas con Rafael entre expurgos de libros en bibliotecas (por ejemplo escolares) de la localidad, asistencia y traslado de dichos libros (por ejemplo a la sede del colectivo de “Mujeres Solidarias” y encuentros para planificar acciones en común que redundasen en beneficio de la ciudad y de la ciudadanía.
De Rafael aprendí que a veces es necesario sacrificar -al menos en parte- la propia voluntad si se quiere lograr un objetivo común que pueda servir como elemento aglutinador de voluntades distintas y dispares.
Amigo leal y ejemplo a seguir, Rafael Pablos huía de toda muestra de reconocimiento. Su amor a su familia, su lealtad a los amigos, su modestia y su rechazo a cualesquiera formas de vanidad eran principios rectores en su día a día. Los libros, la cultura, la educación, la formación de los más pequeños no sólo en conocimiento sino también en valores, eran su pan nuestro de cada día.
Con Rafael he perdido a uno de mis amigos y uno de mis anclajes a Sanlúcar. Con su ejemplo he ganado un modelo a seguir que me acompañará siempre, cerca y lejos de esta ciudad que le vio nacer.