Ni Semana Ni Santa, solo MIGA

Fernando Cabral Hidalgo

Fernando Cabral.-Termina la Semana Santa, con sus atosigantes manifestaciones religiosas de fe, y sus menos abrumadoras manifestaciones de hipocresía y postureos folclóricos que la propia Iglesia Católica admite y promociona sin ambages en pos de un proselitismo que va perdiendo pujanza y efectividad. 

Una Semana Santa que hace tiempo dejó de ser semana y santa para ser cada vez más un hecho de una supuesta e impuesta tradición donde impera más que nada el espectáculo. Una Semana Santa cada vez más privatizada a favor de quienes económicamente puede permitírselo. La proliferación de los palcos en los recorridos de las procesiones no es otra cosa que salvaguardar lugares de privilegios a los más favorecidos económica y socialmente, máxime cuando dichos palcos se elevan para impedir la vista de las imágenes procesionar por las calles singulares a quienes no pueden permitirse el dispendio económico. Se privatiza el derecho democrático a no ser discriminado, pero, eso si, no el gasto público que supone y conlleva la parafernalia que montan las hermandades y cofradías. Todo ello, por un también beneficio económico para unos cuantos.    

Según una encuesta del CIS (Centro de Estudios Sociológicos) de 2024, de los encuestados  declarados católicos, un 19,3% admiten ser no practicantes y un 39% practicantes y un 40% se declaran no creyentes. De los que se declaran católicos practicantes, un 27%  admiten no asistir nunca a misa u otros oficios religiosos, un 21% casi nunca, el 23,6 varias veces al año, 9,8% dos o tres veces al mes y un 12,6 todo los domingos y festivos.

Estos datos demoscópicos suponen los más bajos de la evolución de la religiosidad católica, información  contrastada por el propio Observatorio del Laicismo en nuestro país. Una realidad de la que la propia Iglesia Católica no es no ajena y de ahí que esté llevando una ofensiva de intensificar el proselitismo católico en las aulas y volcándose en las manifestaciones supuestamente religiosas como la Semana Santa, romerías y fiestas patronales.

En esta ofensiva encuentra la cooperación necesaria de la derecha y extrema derecha política allí donde gobiernan y donde no, la utilizan como ariete para hacer una oposición  en una mezcolanza política-religiosa impropia de un país que constitucionalmente se declara aconfesional y que aboga por la separación efectiva Iglesia-Estado.

La identificación de la fe católica con la derecha política en nuestro país no es nada nuevo, se retroalimentan. De tal manera, que cuanto más avances sociales y derechos individuales, especialmente de la mujer, más intentos involutivos hay desde la Iglesia de la mano de la derecha política.

Ante esta realidad sorprende que aquellos gobernantes que nominalmente se definen como progresistas o de izquierdas se vuelquen en facilitar a esta Iglesia a recuperar un protagonismo social en las calles que de otra manera no la tienen en los templos, según indican los estudios sociológicos y demoscópicos referidos. La izquierda progresista sale al rescate el proselitismo casposo y decimonónico y, cuando no propio del medievo, de la Iglesia. No cuela un respeto a la cultura cuando, la base de la manifestación religiosa, va contra derechos sociales e individuales. Conceder valor a un supuesto personaje histórico que ha sido vejado, maltratado y asesinado no es el mejor de los mensajes que se puede ofrecer a niños y jóvenes.

No se entiende que estos supuestos gobernantes progresistas entren en la lógica de dar carácter institucional con su presencia en los actos y manifestaciones de fe, algo que no solo va contra los postulados constitucionales, sino que refuerzan los propios retrógrados que la institución eclesial mantiene y condena en cuanto al aborto como derecho de la mujer, el matrimonio del mismo sexo, la eutanasia, etc y que hacen suyas igualmente la derecha política. 

Utilizar el trampantojo del gobierno para todos por aquello de un no reconocido rédito electoral traicionando postulados ideológicos y en su defecto contraviniendo principios constitucionales no es lo que se espera de gobiernos llamados progresistas o de izquierdas y si de populistas que solo miran como mantenerse en el puesto a base de traicionar lo que sea y cuanto sea.

Ahora con el fallecimiento del Papa, y de la radicalización involutiva de la Iglesia Católica que se espera, no se donde se meterán los que vienen dando el beneplácito institucional y los que de forma interesada se han puesto la venda en los ojos.  
Con todo ello, hay quienes en pos de un supuesto rédito electoral, no para cambiar el orden de las cosas y si para mantenerse en el poder, están empeñados, emulando a aquel, en lo que podemos resumir con el acrónimo MIGA, “Make Iglesia Great Again”.

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