Tomar conciencia de las propias limitaciones
Fernando Cabral.-En cualquier orden de la vida ser consciente de tus propias limitaciones es tan relevante como necesario por razones obvias. No estamos hablando de limitaciones físicas o intelectuales, sino de aquellas operacionales necesarias para el desarrollo de una labor con las mínimas garantías de eficacia, eficiencia y diligencia con independencia de los posibles errores por acción u omisión que se puedan cometer.
Más allá del ejercicio propio de humildad, virtud que en este caso consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar en consecuencia a la hora de asumir responsabilidades que puedan poner en evidencia dichas limitaciones y por ello no ejercer con la debida pericia dicha responsabilidad, se trata de un ejercicio de sinceridad.
Reconocer las propias limitaciones evidentemente implica reconocer qué capacidades tenemos y cuáles no. De forma más coloquial, para qué servimos y para qué no, lo cual solamente se aprende con la experiencia. Hay quien defiende y con razón que dicho reconocimiento es también un ejercicio de honestidad y honradez, algo que como el sentido común, no muy extendido entre quienes asumen alguna responsabilidad de la índole que sea.
En política, es muy evidente la falta de conciencia del déficit cuando la realidad y la percepción de la misma no conectan. Las carencias y limitaciones referidas no se solventa de la noche a la mañana porque haya salido elegido para ser miembro de una institución (Congreso, Senado, parlamento autonómico o pleno municipal) al estar integrada en una lista electoral. Ya se sabe que las listas electorales al ser cerradas provoca que no siempre se elijan a los mejores y más preparados.
Coloquialmente y no por ello con menos razón, todo lo contrario, se dice que a la política no solo que hay que venir llorado, sino también aprendido. Lo primero, significa estar dispuesto a recibir la crítica hasta con deportividad, llegado el caso, algo que no muy extendido por quienes asumen responsabilidades, sobre todo de gobierno.
Lo segundo, nadie elige a nadie para que aprenda a defender sus intereses, sino que de forma obvia, se presupone que ya tiene la preparación mínima para ello. En unos tiempos en que las realidades cambian con vertiginosa velocidad, no se puede esperar a que aprendan los que han sumido la responsabilidad de resolver los problemas.
En la mente de casi todos, está la imagen de algún responsable político en el ámbito, nacional, autonómico o local, no por hacer el ridículo, porque nadie capaz dar el paso al frente en política merece ser ridiculizado en modo alguno, al dejar en evidencia su falta de preparación o su ignorancia. Salvo que esa falta de preparación e ignorancia pongan en entredicho la solución a los problemas y una buena gestión de la cosa pública y se quiera solventar con la prepotencia.
Sentir vergüenza ajena al ver alguien incapaz de saberse explicar o defender una postura no es el mejor de los sentimientos, aunque no criticable desde el punto de vista de un administrado. Ya que, a nadie se le obliga a asumir una representación política y menos si no tiene las mínimas herramientas personales para ejercitarla con solvencia.
Tener conciencia de las propias limitaciones en política es un valor que como otros, no cotiza en bolsa,
En política, tal como se ha dicho, no solo hay que venir llorados, sino también aprendidos y preparados, lo que no implica estar abierto a aprender, faltaría más y para ello es tan necesario y perentorio, desde la humildad, honestidad y honradez, tomar conciencia de las propias limitaciones.