Cartas de una sombra. La creatividad de Platón
En realidad, sería más acorde a mi, haber titulado el presente, como: “Jodio el Platón este, como se ha quedado con las generaciones posteriores” Pero después me echan la bronca por mal hablado.
Pero a razón de los nuevos documentales o seudo-documentales que salen a la palestra en medios comunicación o redes sociales sobre el posible hallazgo de la Atlántida frente a la desembocadura del Guadalquivir, dirección hacia Cádiz, pues se me encendió la bombilla, eso sí, LED, que hay que ahorrar, para perpetuar la especie del “scavenger politicus”.
Siendo uno de esos malos escritores que no leen muchos libros, ni las paredes de su salón están cubiertas con telarañas de obras por leer, me resulta cuando menos curioso que hayan pasado algo más de dos mil trescientos años sin haber entendido, ni aprendido nada de lo que Platón advertía.
Si Platón hubiera imaginado que sus reseñas a la Atlántida iban a dar para tanta tinta, papel, celuloide e inversiones astronómicas en la búsqueda de su ideal de sociedad, quizás hubiera dedicado más tinta para hablarnos de su Atlántida.
Yo no puedo hablar muy alto, pues en uno de mis últimos libros “El origen de Bencomo de Anaga”, doy rienda suelta a esta leyenda, que se le va a hacer, uno también tiene sus vicios. Pero en mi caso, la Atlántida no es autóctona de este planeta…
A lo que voy.
Es curioso, algo más de dos milenios después, este relato de Platón sigue fascinando a la humanidad. Es quizás uno de los misterios más antiguos y persistentes en nuestro subconsciente. No podemos ignorar que a la especie humana le va el morbo, y el “misterio” de la Atlántida nos pone a cien. Una civilización avanzada, de grandes riquezas y desaparecida por arte de magia, es el culmen de este morbo.
La Atlántida es quizás más atrayente por la imaginación que le echamos, que por la realidad que pretendía Platón. Uno de los mayores filósofos de su tiempo y que gozaba de gran credibilidad, pero…
¿Es está credibilidad razón suficiente para negar la creatividad de Platón a la hora de plasmar los problemas de su sociedad mediante la utopía de la Atlántida?
Pienso que no. Basta leer algunas de las novelas clásicas de ciencia ficción y podemos encontrarnos viviendo en una de esas ciudades futuristas, en esos planetas de exuberante belleza o mortal atracción, y no deja de ser más que la creatividad del autor/a. Sin embargo, los diálogos de “Timeo” y “Critias” se nos vuelven por alguna extraña razón, algo de inmensa veracidad. Es un símil a, Arturo y la Tabla Redonda.
La Atlántida no deja de ser más que la alegoría de un autor sobre un tema en concreto, o mejor dicho, sobre la sociedad en la cual vivía y la cual, él veía abocada a la extinción según el devenir de los acontecimientos.
Si Platón viviera hoy, seguramente, la Atlántida no sería una mera reseña de unos diálogos, él sería el “puto amo” de las series televisivas. El Plantón del siglo XXI vería su Atlántida en Valencia, por ejemplo, donde plasmaría la fragilidad de las civilizaciones frente a desastres naturales, la corrupción y como no, ese orgullo desmedido de gobiernos como español o el venezolano, dónde la única diferencia, es el corte de pelo.
Pero a fin de cuentas, Platón no era más que un idealista. Alguien que soñaba vivir en una sociedad modelo, virtuosa, equilibrada entre lo terrenal y lo divino/espiritual, pero que la realidad le mostraba una sociedad decadente, más enfocada en los vicios terrenales y la corrupción que en principios más elevados. Y cuyo camino era el de la extensión.
Entender que el relato de la Atlántida es un reflejo de la sociedad que vivía Plantón, es quizás hasta perturbador, pues casi dos siglos y medio después, la reflexión de Platón en los diálogos de “Timeo” y “Critias” son perfectamente aplicables no solo a nuestro país, sino a la inmensa mayoría de los que se autodenominan del Primer Mundo.
Personalmente pienso que: «Al ser humano le es más grato afrontar la ilusión de una Atlántida física y desaparecida, que enfrentarse a los problemas de su sociedad y reconocer su propia extinción. Ni la creatividad de tan gran filósofo nos libra»