25N
Fernando Cabral.-Un 25 de Noviembre más, Día Internacional contra la Violencia Machista. Las denuncias serán las mismas, la hipocresía será también la misma, la utilización política de los derechos de las mujeres será también la misma y los negacionistas de la violencia contra la mujer serán también los mismos.
La violencia machista sigue extendiéndose como una plaga; los feminicidios siguen arrebatando la vida a mujeres todos los días; con o sin excusas se persiguen y recortan todos los avances que se han podido conseguir… Mientras, la justicia patriarcal sigue amparando a violadores, maltratadores y machistas.
La derecha sin excepción no se corta ni un pelo en ridiculizar la violencia machista. El derecho al aborto bajo ataque, recortes permanentes en los recursos de atención a las víctimas de violencia de género, la defensa sagrada de la familia tradicional y patriarcal que cuenta con la divina bendición de la jerarquía de la Iglesia Católica para esparcir todos estos mensajes.
El movimiento por la emancipación de la mujer trabajadora que se ha levantado con fuerza, valentía y rabia, es un grito de guerra contra esta extrema derecha y derecha extrema cada vez más fascista. Se ha enseñado el puño a décadas de negación de derechos y desigualdad, y se ha dicho alto y claro que los enemigos son todos estos machotes fascistas: los Abascales, los Feijóos, los Alvise, los Pablo Motos y los Vito Quiles y otros menos evidentes pero no por ello menos peligrosos.
Pero también se alza contra esa izquierda que no solo ignora que el machismo es transversal, como se ha demostrado con el caso de Errejón que, dicho sea de paso, ha gozado de cierta protección en la cúpula de Sumar y el PSOE, sino que supone que no han entendido eso de “se acabó”, venga de donde venga el acoso, la violencia y la humillación contra la mujer. Lo que esto demuestra es que hay que levantar una izquierda que sea de verdad feminista, y esa izquierda nunca puede participar en la gestión de un sistema criminal. Si lo hace no solo es cómplice, sino que se verá infectada por toda la escoria que el sistema produce.
No se puede ser feminista y rendir pleitesía institucional a la Iglesia Católica participando directa o indirectamente de manera servil en sus manifestaciones públicas de una supuesta fe, por mero cálculo electoral, sabiendo que condenan el derecho al aborto, el matrimonio de personas del mismo sexo, el derecho del colectivo LGTBi y trans, etc. y que, además, en esencia pretenden relegar a la mujer a un papel secundario en la sociedad.
El feminismo no es hacerse una foto el 8M, ni poner un tweet el 25N, ni ponerse una bufanda o guantes o gorro de color violeta, ni colocar una pancarta en la sede del partido. Ni tampoco una declaración institucional sembrada de vacuos lugares comunes. Ni mucho menos el circo y pandereta en el que algunas quieren convertir las demandas feministas. Ni puede ser defendido por quienes demonizan, descalifican y hasta persiguen a las mujeres que se atreven a discrepar o cuestionar, ya sea desde dentro como fuera, respecto a las iniciativas de una organización política.
El feminismo de verdad, debe ser otra cosa. Es el que señala al sistema como el problema y el enemigo. Es el feminismo de las de abajo, de las que con sus manos y sudor hacen funcionar la sociedad. El feminismo sin etiquetas que hermana a las mujeres trabajadoras con el conjunto de la clase obrera.