La espiritualidad del ser
José Antonio Córdoba.-Desde que el ser humano comienza a tomar consciencia de sí mismo, podríamos decir que a partir de los neandertales (los primeros vestigios de enterramientos), el ser humano ha sentido una conexión especial con el Universo. Una conexión incluso superior a la que pudiera tener con la naturaleza que lo rodeaba.
Con el paso de los siglos, hemos ido sintiendo que formamos parte de algo más profundo, un algo que desborda nuestra dimensión física. Un algo que aborda aspectos de nuestra identidad, así como del propósito de nuestra propia existencia en esta vida terrenal.
Si en la antigüedad la religión se adueñó de este sentimiento de esta búsqueda de uno, de esta necesidad de ser, bien es cierto que paralelamente, la espiritualidad del individuo ha sobrevivido al adoctrinamiento religioso de cualquiera de las religiones establecidas.
El ser humano ha encontrado en la espiritualidad una conexión directa que le permite comprender la vida y la muerte.
Mientras la religión establece que pensar, que sentir y elimina el individualismo, la espiritualidad te lleva a una reflexión personal. Una reflexión que debe de ser personal e intransferible, pero que muchos siguen buscando en “guías espirituales” su propia espiritualidad, lo que al final la convierte en otra forma de religión, en tanto que necesitas de alguien que te diga cómo pensar, como sentir, qué buscar…
La espiritualidad es esa herramienta que todos traemos de fábrica, pero que la mayoría desconocemos su existencia y uso.
Aunque la espiritualidad se considera como un crecimiento personal buscando desarrollar virtudes como la compasión, la gratitud, la humildad y paz interior en esta existencia mortal, en realidad, es más una evolución hacia la transición que nos llegará una vez alcancemos la muerte física.
Como decía antes, la espiritualidad es una herramienta con la cual romper los precintos que al ingresar (nacer) en esta vida terrenal nos son impuestos por la sociedad y que, como hemos visto, limitan la capacidad sensorial del individuo. De hecho, podemos ver a lo largo de la evolución del ser humano, como los precintos impuestos por la sociedad son cada vez más estancos. Las primeras sociedades o grupo de humanos mantenían un contacto más férreo con los elementos, con la naturaleza, mientras hoy solo lo hacemos para hacernos selfie.
En definitiva la espiritualidad permite al individuo evolucionar y a sobrevivir en el día a día en este mundo de sinsabores y pruebas insufribles.
Con el paso de los siglos, se han rescatado del “olvido” conocimientos que la ciencia había dado por falsos por no poder ser comprobados en su momento. La evolución tecnológica está demostrando que el ser humano es energía, y que dicha energía está presente en el Universo. Por eso, cuando los antiguos hablaban de una energía cósmica, no andaban descaminados, cuando afirmaban que la esencia del ser humano provenía de dicha fuente universal, y que a su muerte ésta volvía a la fuente madre.
Hoy ya se habla libremente de la conexión entre conciencia individual y conciencia universal, no como elementos independientes o desvinculados, sino como un elemento en continuo contacto. Es decir, esta conciencia universal es una tubería de agua general y cada individuo somos un ramal, un grifo conectado a ella. Así la fuente como los ramales no son una energía estanca, sino que están en continuo movimiento/crecimiento, así como se nos ofrece la vida de dicha fuente, a la muerte del individuo, su energía transformada en mayor o menor medida vuelve a la fuente, añadiendo esa transformación.
Aunque se habla de que en realidad no somos individuales, sino que formamos parte de un todo, en verdad, no somos elementos colmenas (abejas, hormigas), todo lo contrario, se nos ha dado la facultad de poder crecer individualmente, mi ser aunque sea y provenga del mismo lugar que el tuyo (lector), evolucionamos independientemente (no todos evolucionan), y es esa evolución/crecimiento individual lo que hace crecer a la energía fuente a la que volveremos.
En definitiva, la espiritualidad es un camino individual, un camino de conocimiento terrenal y espiritual, que no todos desarrollaremos de igual forma, pero sí que en los tiempos que corren, es necesario, como digo en infinidad de ocasiones, no es esperar que alguien te diga que hacer, sino que es tan simple como escucharte a ti mismo. Necesitamos silenciar más nuestro entorno y dejar que nuestro “yo” nos hable. Como alguien dijo una vez, «conócete a ti mismo»