Apuntes de Historia DXXXIII

Manuel Jesús Parodi

Manauel Jesús Parodi.-De nuevo sobre el actual territorio de Sanlúcar y la Antigüedad (IV)

El mundo clásico grecolatino es, quizás, y en lo que se refiere a nuestra propia herencia cultural, uno de los momentos en los que sin lugar a dudas con más fuerza brilla el afán por conocer el mundo, por expandir los límites del conocimiento humano, en especial en lo relativo a la geografía en la que se inserta la propia realidad de dicho mundo clásico. 

Fruto y resultado de esta voluntad serán los trabajos que nos ha legado quizá el azar, como en el caso de las obras de autores tales como los previamente considerados en estas líneas Cayo Plinio Secundo, Pomponio Mela, Claudio Ptolomeo o Rufo Festo Avieno.

Estos autores romanos redactaron obras en las que trataban de plasmar el conocimiento geográfico de su época (vivieron entre los siglos I a.C. y IV d.C., en líneas generales), describiendo paisajes, tierras, accidentes geográficos e incluso gentes y costumbres, en tonos que hoy pueden a veces parecer al lector actual incluso fantásticos, pero que pertenecen a la perspectiva del pensamiento antiguo desde el que estos párrafos fueron redactados.

De entre los tratadistas y autores (historiadores, geógrafos, epitomistas, naturalistas…) romanos, acaso el heleno Estrabón (cuyo nombre significa lo que parece) sea uno de los más grandes autores de toda la Antigüedad Clásica. 

Originario de la ciudad de Amasía (por ello se le conoce como “el amasiense”), en la Grecia anatólica, redactaría su obra bajo el reinado del emperador Augusto (y por encargo suyo), a caballo entre los siglos I a.C. y I d.C., en el decisivo momento histórico del cambio de las Eras.  

Esta obra estraboniana a la que hacemos referencia es la Geografía, en la que el amasiense tiene la intención de recoger las esencias, la naturaleza y las características del paisaje de todas las tierras incluidas en el ámbito del Imperio Romano (nada menos), una labor emprendida con un ánimo enciclopédico y una voluntad manifiesta (por parte del autor) de aunar cuanta información le resultase posible. 

Esta verdaderamente monumental obra, la Geografía, no se nos ha conservado completa pero el Libro III de la misma, que es precisamente el que el autor dedica a abordar la situación y características de la Península Ibérica antigua, sí se nos ha conservado, razón por la cual tenemos la suerte de disponer de una pequeña enciclopedia (no tan pequeña en realidad) en la cual aparecen reflejados los elementos que Estrabón habría de considerar fundamentales y dignos de ser redactados para ser conocidos por los lectores y, no es de olvidar, en especial por el propio emperador Augusto.

De hecho es al propio Augusto a quien puede considerarse como el primer interesado en la cuestión (e impulsor de la obra) ya que la Geografía habría de proporcionar al aparato de la administración del estado romano una más que relevante (al tiempo que muy útil y completa) fuente de información relativa a las regiones y las gentes incluidas en sus dominios, un conocimiento que los gobernantes romanos debían (y querían) poseer para así poder regir mejor los destinos del Imperio.

El prolijo Estrabón dedica no pocos de los párrafos de su libro tercero de la Geografía a los paisajes del Sur peninsular (en general), y entre los mismos, al espacio de la desembocadura del antiguo río Baetis (en particular), un espacio en el que se inserta la geografía antigua del que hoy es el término municipal de Sanlúcar de Barrameda.

Ahora bien, no debemos pensar que Estrabón menciona a “Sanlúcar de Barrameda” en sus textos utilizando este nombre, ni es nuestra intención la de inducir a nadie a error en este sentido. 

De hecho no existe una así llamada “Sanlúcar de Barrameda” en la época romana: es decir, no existía una localidad que respondiera al mismo nombre de Sanlúcar de Barrameda, si bien es cierto que, cuando menos, sí contamos en el texto estraboniano con una referencia clara al que es hoy día el moderno término municipal sanluqueño.

Así, en su Geografía III.I.9 (esto es, en el libro III, capítulo I, punto 9 de esa magna obra que es su “Geografía”), el grecorromano Estrabón al detenerse a considerar y realizar la descripción de la situación del litoral de la actual provincia de Cádiz desde la misma ciudad (y Bahía) de “Gades” hacia el cabo San Vicente (al Suroeste del Algarbe, en el moderno Portugal), y tras mencionar hitos como el del Oráculo de Menesteo (que convencionalmente se considera corresponde a las tierras de la moderna localidad de El Puerto de Santa María, vecina de Sanlúcar por el Sur) y el de la Torre de Cepión” (que se localizaría en el actual término municipal de la también vecina localidad de Chipiona), señala: …partiendo de allí encontramos la corriente del Baetis, la ciudad de Ebura y el santuario de la diosa Fósforo, a la que llaman Luz Incierta…”. 

Encontraremos de este modo reflejadas en los párrafos de Estrabón cuestiones tales como la mención de la desembocadura del río Guadalquivir (el antiguo río Baetis de los romanos), la referencia al yacimiento arqueológico de Évora, y el santuario de la “Luz Incierta”, o “Luciferi Fanum”, la diosa “Fósforo”, o templo de la Venus Marina, hitos todos de nuestra Historia clásica grecolatina así como de la Historia local de Sanlúcar de Barrameda.

De esta forma vemos que son tres los hitos, geográficos o históricos (y por tanto, culturales, patrimoniales), pertenecientes al horizonte cronológico romano y vinculados de manera directa con el actual término municipal de Sanlúcar de Barrameda los que (siquiera sea de una forma somera, brevemente) aparecen retratados, siquiera sea mencionados, en las páginas de la monumental Geografía de Estrabón. 

Y dice literalmente Estrabón así en su texto: 

“Por allí se encuentra también el Oráculo de Menesteo y se alza la torre de Cepión (…), admirablemente dispuesta, como el Faro, para auxilio de los navegantes (…). Partiendo de allí encontramos la corriente del Baetis, la ciudad de Ébura y el santuario de la diosa Fósforo, a la que llaman Luz Incierta…”, “Luciferi fanum (Phosphoron hieron), quod vocant lucem dubiam”.

Comparte nuestro contenido