El traidor
Que los valores en la sociedad moderna han dejado de ser esenciales, no es la primera vez que lo menciono en mis letras, pero quizás lo que aún me sorprende es comprobar cómo aún hay quien se esconde tras el telón alardeando de ser defensor y promotor de dichos valores, pero a la mínima de cambio, pues hacen más aguas que el propio Titanic.
Ya hace muchos años que comprobé como el disponer de títulos y una buena memoria, no implica necesariamente, poseer el conocimiento necesario, la madurez evolutiva de los años consumidos.
Por eso, cuando me siento a tomar un café o simplemente participo en alguna conversación, y el hilo de la misma gira en torno al, yo…, claramente, dejo de prestar atención y no porque no me pueda interesar el tema o temas tratados, sino porque te cansas de que la persona en cuestión se crea el ombligo del mundo, para con el tiempo poder comprobar que realmente es el culo del mundo.
Y no es hablar por hablar, son hechos que con el tiempo no hacen más que afirmar lo anteriormente expuesto, pero el clímax del asunto llega cuando compruebas que dicho individuo, demuestra que se esconde detrás de esos “conocimientos” adquiridos, por presentar claros ejemplos de autoestima, complejo de inferioridad que lo hace buscar lugares o personas donde transforma dichos complejos en una personalidad narcisista, arrogante y engreída.
Pero además usa, y es lo peor, esa superioridad narcisista para infundir miedo en aquellas personas que lo rodean, curiosamente, personas que por alguna razón ven en este tipo personas dominantes, alguien a quien temer. Por lo tanto, a fin de cuentas, es el miedo que imponen, lo que realmente cohesiona a las personas de las que se rodean.
Este ejemplo, por desgracia es demasiado habitual en nuestra sociedad, se ha convertido en algo inusual, para ser habitual te muevas por donde te muevas.
A veces, uno avisa, pero desgraciadamente, siempre resultas ser el extraño del grupo, el inadaptado, para estos palmeros.
Quien me conoce, sabe perfectamente que no le toqué las palmas ni a mi padre -que en paz descanse-. Nací a esta vida proveniente de alguna anterior, esta vida me ha llevado por caminos muy tortuosos, he resistido a la Muerte y he perdido todo, como para convertirme en palmero de un narcisista por mucho título de papel que adorne su salón.
Creo y así me comporto, que uno debe de ser fiel a sus principios, a sus valores, y sobre todo, tengo claro que al único que debo de rendir cuentas será el día que abandone esta vida a Dios o al Universo.