Profeta en tu tierra
Fernando Cabral.-“Nadie es profeta en su tierra” es una famosa y muy usada expresión (a modo de sentencia) con la que se da a entender que no se nos valora adecuadamente en el lugar en el que vivimos ni somos lo suficientemente admirados por quienes nos rodean, siendo muchas las ocasiones en las que alguien ha conseguido su esperado y merecido reconocimiento en otro lugar o lejos de su entorno más íntimo.
Muchos son los ejemplos que se podrían aplicar a esta máxima, fijándonos en deportistas, artistas, intelectuales, escritores y científicos, etc. que, para ser reconocidos y admirados profesionalmente o por sus logros, han tenido que traspasar fronteras y desarrollar sus exitosas carreras en otros lugares.
Esta expresión tan vigente actualmente tiene una antigüedad cercana a un par de milenios, ya que se le atribuye a cuando Jesucristo ante los escépticos a su mensaje evangelizador manifestó que ningún profeta es aceptado en su tierra.
Se quiera o no, todos tenemos una voz dentro que nos dice que no somos lo suficiente. Esa voz nos avisa del aprendizaje que nos queda por delante y no poder identificarla, lo que hace que no podamos ni nombrarla ni derrotarla. A veces es la misma que cuando se ve que alguien más logra algo, te vuelve a señalar para decirte “cobarde”. En ese viaje supuestamente heroico, el infierno no es encontrarse cara a cara con la némesis, sino aprender a romper con los demonios personales, a encontrar la verdadera luz. En los cuentos de hadas, las brujas no tienen nombre porque saber quienes son las hace vulnerables frente a sus enemigos.
Ponerle el nombre a la bruja es también abrir la intuición necesaria para emprender el camino ya expedito de abalorios insustanciales. Dando respuesta desde lo más hondo a ¿Qué reconocimiento es suficiente cuando no te lo das tú?
Entonces, no queda otra que ponerse a trabajar en sí mismo. Hay mucho aún por trabajar en este proceso y pelear y luchar con esa bruja para que no venza ni pueda encontrar oportunos aliados externos.
Sin embargo, la vigencia de la sentencia referida tiene sus oportunas excepciones, sobre todo, cuando en determinados ámbitos conviene reconocer de forma interesada al profeta, es decir, a quien sobresale en su labor o disciplina artística, cultural, etc., aunque sea la más nimia, por aquello que pueda dar caché social o rédito de cualquier tipo a quien se presta a reconocer los méritos contraídos. Hay políticos que en su mediocridad se afana mucho en estas actitudes.
No obstante, esas excepciones, tal como se suele decir, que confirman la regla, son incapaces de utilizarse cuando contra los méritos objetivos al reconocimiento median aversiones personales. No es baladí que a alguien se le obvie el reconocimiento a su logro personal profesional, deportivo o artístico, sobre todo cuando media inquina, animadversión, tirria, antipatía, ojeriza, manía, animosidad, odio, rabia, enemistad y hasta el indisimulable rencor. Más sobresaliente es aun cuando la aversión personal en todas y cada una de sus modalidades citadas se utiliza colectivamente como consigna para impedir el reconocimiento.
De otra manera, para regocijo propio y miseria de extraños, conquistarse a sí mismo es la mejor forma de conseguir ser profeta en tu tierra y, puesto en marcha ese proceso, los reconocimientos tan externos como cercanos llegan, y si no llegan ya no importa porque al no ser necesarios, su ausencia no tiene efectos.
PD.:
En la constelación de la Osa Menor hay una singular estrella que por su inmovilidad en el firmamento respecto al eje de rotación de la Tierra ha servido de guía porque siempre indica el Norte. Eso hace que la estrella Polar, como así se le conoce, sea muy útil como recurso de orientación en la noche y conocerla resulta fundamental para excursionistas, exploradores y navegantes.
En esta referencia hay una doble oportunidad e intencionalidad que a buen seguro se sabrá apreciar sin esfuerzo.