Mirar atrás
José Antonio Córdoba.-Hoy mantenía una conversación con una persona, y sin pretenderlo, comenzamos a recordar aquellos dibujos animados de nuestras infancias. Aunque nos separan unos años, el mirar atrás me hizo recordar momentos vividos, donde las prisas de los adultos, relegan a lo más profundo de la memoria humana.
Cada vez se valora menos e incluso se ve como un atraso, mirar atrás, salvo para la desmemoria antidemocrática que, como la Agenda 2030, nos venden cual panacea. La educación muestra en sus libros, el olvido de aquellos tiempos que forman parte de nuestra historia, de la historia de la Humanidad. Es curioso, cuando la antropología y la arqueología se van perdiendo cada vez más en el pasado, el ser humano de hoy lucha por tener una memoria cada vez más corta y rancia.
Un ejemplo, era un vídeo que hablaba sobre los animalistas del siglo XXI, personas que defienden algo que no conocen, animales que no han visto más que en revistas o documentales, y muchos ni eso. Y es cierto.
Si hiciéramos una encuesta en una gran ciudad sobre cuántos niños han visto, acariciado un animal en la naturaleza o incluso en una granja, el resultado nos haría palidecer. Había un estudio por ahí, que se hizo a unos niños y al preguntarle de dónde venía la leche, todos indicaban de la tienda donde la compraban sus padres, y así con otros muchos de los productos naturales.
Quizás los que ya tenemos una edad añoremos nuestra infancia, y es cierto. Una infancia donde aún en una ciudad, nuestros padres nos llevaban al pueblo a conocer la Naturaleza, los animales que la poblaban. Ver extraer la leche de una vaca no era un trauma, era una experiencia única. Vivir una matanza, no era crueldad animal, era conocer la historia de la supervivencia del hombre en el medio rural durante milenios. Recoger frutas de los árboles, no era algo para inmigrantes, era una tarea familiar y educativa, donde tras una jornada de trabajo o simplemente ayudando, te sentabas en una piedra y disfrutabas de una buena pieza de fruta como si fuera un manjar. Incluso siendo adolescente, viví en tierras jerezanas una campaña de la uva, donde al mediodía nos reuníamos todos y disfrutábamos de un buen almuerzo, de una paella en familia. Los más locos, nos tirábamos a la sombra de una buena cepa y dando rienda suelta a la ingesta de uva, quitando el poco azufre que les quedaba con la camisa. Los dos o tres días de dolor estomacal que venían después, bien merecían aquella aventura.
Hoy miraba atrás, hablando de unos dibujos animados que hoy nos parecen ridículos pero que forjaron generaciones, que hoy se han hundido en el lodazal de la mal llamada evolución.
No dejemos de mirar atrás, porque el día que lo hagamos habremos perdido el rumbo y significado de nuestras vidas.