Gobierno abierto y ciudad amable

Fernando Cabral Hidalgo, Opinión

Fernando Cabral.-La Agenda 2030 a través de sus objetivos de desarrollo (ODS) supone la implantación de los gobiernos abierto y la instauración de la Ciudad Amable.

La Ciudad Amable como concepto tiene como fin la sensibilización, formación y difusión sobre los valores y técnicas de intervención en el espacio público como lugar de la colectividad, la movilidad sostenible en la ciudad contemporánea, y en general, sobre la mejora de la calidad del espacio urbano y su activación social, cultural y económica.

Por su parte, Gobierno Abierto es un modo de interacción socio política, basado en la transparencia, la rendición de cuentas, la participación y la colaboración, que instaura una manera de gobernar más dialogante, con mayor equilibrio entre el poder de los gobiernos y de los gobernados. Asimismo,  reconoce a la ciudadanía un papel corresponsable. Los fines pretendidos son la mejora en la toma de decisiones y la implicación de los ciudadanos en la gestión de lo público, a través de un aumento del conocimiento y la puesta en marcha de la innovación pública.

El Gobierno Abierto es una forma de gobernanza de las Administraciones más transparente, colaborativa, ética y con una rendición de cuentas más clara. Implica mayor participación de la ciudadanía en los asuntos públicos que le interesan de forma reglada y continua.

La Junta de Gobierno de la Federación de Municipios y Provincias (FEMP) aprobó el 26 de noviembre de 2019 la creación de la Red de Entidades Locales para desarrollar ODS de la Agenda 2030. De esta manera, aquellos entes locales que se adhieren a dicha Red, se comprometen a perseguir el desarrollo de los ODS y se ven obligados a instaurar gobiernos abiertos en pro de una Ciudad amable. La adhesión supone conseguir fondos europeos para la financiación de las propuestas presentadas para el desarrollo de los objetivos.

Si los fondos europeos disponibles son los medios económicos necesarios, la consecución de dichos fondos se han convertido en un fin en sí mismo, obviando que se trata de una herramienta. De esta manera, lo de Gobierno Abierto y Ciudad Amable ha pasado a segundo plano en los intereses de los gobernantes y solo suenan en sus discursos políticos, pero no consta en sus prácticas de gobierno ni en el objetivo de modelo de ciudad más allá de que conste en negro sobre blanco en un documento.

Como se ha dicho, un gobierno abierto se sustenta en tres patas principales: transparencia, rendición de cuentas y participación ciudadana. Si una de estas tres patas falla o se sustituye por cualquier sucedáneo, hablaremos de lo que sea, pero no de Gobierno Abierto como concepto establecido según las recomendaciones de la ONU y la propia Agenda 2030. 

La transparencia en la gestión, la rendición de cuentas y la participación ciudadana son elementos que dan calidad democrática a las administraciones y no deben considerarse como obligaciones formales o sustituidas por los consabidos sucedáneos o proclamadas oportunamente en vez de ponerse en práctica. 

No podemos hablar de Gobierno abierto si la transparencia en la gestión se limita a establecer un portal-web de difícil acceso y compresión y que, además, no da garantía y no se actualiza continuamente. No podemos hablar de participación si no hay canales formales, periódicos y debidamente constituidos de participación ciudadana y se limita al bis a bis para la oportuna foto. No podemos hablar de Rendición de Cuentas a una mera publicación de resultados numéricos ininteligibles para la mayoría social de un presupuesto que a la postre se comprueba a través de sus modificaciones que fue una declaración de supuestas buenas intenciones. 

Por su parte, no hay Ciudad Amable que valga si a la hora de toma de decisiones la coyuntura política es el único criterio a tener en cuenta o no se tienen en cuenta las consecuencias de las mismas. No hay Ciudad Amable si la colectividad de un espacio público se atribuyen por acción u omisión de los responsables políticos de turno a favor de unos pocos, con fines lucrativos particulares o confesionales. No hay Ciudad Amable si la movilidad a pie o rodada es un suplicio para los ciudadanos residentes. No podemos hablar de Ciudad Amable si la calidad del espacio urbano y su activación social, cultural y económica se supedita a la coyuntura estacional y no a la demanda social afincada en el territorio.

En estos casos, oír hablar de Gobierno Abierto y de Ciudad Amable en los pronunciamientos políticos de la Agenda 2030, no solo es una perversión y un fraude sino una insulto a la inteligencia de los ciudadanos y ciudadanas. 

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