En el candelero

Enrique Romero Vilaseco

Enrique Romero Vilaseco.-Bodas en los ayuntamientos

La ley 35/1994, de 23 de diciembre, de modificación del Código Civil, aprobó que los alcaldes pudieran ser competentes para la celebración de bodas civiles en los ayuntamientos. Es el alcalde/alcaldesa, por tanto, el que tiene la potestad de celebrar matrimonios civiles, pero también puede delegar dicha función en los concejales.  Al contrario de lo que manifiesta una concejala de nuestro ayuntamiento, cada vez que ésta celebra una boda, la atribución es del alcalde,  y no del concejal, otra cosa es que dicho alcalde delegue esa función en los concejales.

                             No pretendo realizar aquí un estudio de la evolución que ha sufrido el matrimonio a lo largo de la historia, aunque sí me gustaría hacer una pequeña reflexión en torno a las bodas que se llevan a cabo en los ayuntamientos. 

                             Para alguien que se considera cristiano, apostólico y romano, y está inmerso en las vivencias y creencias de su religión, participando  de sus dogmas y ritos, el matrimonio debe ser un sacramento como nos dice  la Iglesia. Un acto de máxima importancia que nos viene de Dios, como unión de un hombre y una mujer, otra cosa es que existan uniones o enlaces entre personas del mismo sexo. La única vez  que la Constitución Española habla de hombre y mujer, es en el artículo 32, en todos los demás se refiere a los españoles, sin especificar nada más

                              Un apunte: “La palabra matrimonio etimológicamente tiene su raíz en la palabra del latín “matrimonium”, que a su vez resulta de la unión de dos palabras  del latín “mate”, que significa “madre” y “monium”, que significa “obligación” y que se utiliza como sufijo para darle un acento a la primera…”  Luego no es correcto llamar matrimonio a los enlaces de dos mujeres o dos hombres, puesto que nos cargamos el sentido del origen de la palabra. De hecho hay muchos que defienden otros términos para el enlace de dos mujeres o dos hombres. 

                             Los romanos para referirse a los homosexuales utilizaban la palabra “cinaedus”, por otra parte la palabra “jugium” significa  “unión” en español. De la unión de esas dos palabras del latín podría servir para crear una nueva palabra en español que signifique “unión de homosexuales”, como pudiera ser “cinedugio”, o algo similar. Hay también quien defiende otros términos como “gaymonium”, enlace de dos hombres y “lesbomonium”, enlace de dos mujeres. Aclarar que para nada estoy en desacuerdo en que dos hombres o dos mujeres se casen, lo que sí digo es que a esa unión no se debe llamar matrimonio, pues nos cargamos el origen, la raíz y el sentido de lo que significa. De todas maneras, no es este el tema de mi artículo, del que me he desviado un poco, por eso vuelvo a lo que quiero trasmitir en el presente escrito.

                            Los partidos de izquierda levan en su ADN la lucha a favor del laicismo y  secularización de la sociedad; tiene como principal enemigo a la Iglesia, sobre todo a la cristiana – católica. Karl Marx, padre de la ideología marxista, manifestó que la religión es el opio del pueblo”. La izquierda española, en su afán de destrucción del cristianismo, siempre ha luchado por transformar una sociedad, (la española)  que en su mayoría se confiesa creyente de la fe católica, aunque  confiesa no ser muy practicante. En una sociedad donde el ser humano abandona su espíritu religioso y su sentido trascendental de la vida, impera el relativismo. Los partidos de izquierda, con un PP acomplejado y turbio, han impulsado pensamientos materialistas y alejados de creencias en un Dios y en su mensaje a través de la Biblia. La descristianización sigue ganando terreno en una sociedad marcada por el consumismo desmesurado y la idea del hombre como ser principal del mundo, donde todo gira a su alrededor, desechando a Dios como creador del universo y de la propia vida de los seres humanos.

                            Los partidos de izquierda han utilizado todos los medios a su alcance con la finalidad de convertir a las personas en seres humanos independientes y alejarlos de toda fe en un SER superior, poniendo al hombre (hombre y mujer se entiende) por encima de cualquier sentimiento sobrenatural. Rindiéndole tan adoración  como si fueran verdaderos dioses: la figura del Faraón egipcio es una prueba de lo que nos habla la historia. 

                            Los matrimonios civiles tienen una dilatada historia y vienen celebrándose desde hace años, eran los jueces los encargados de llevar a cabo dichos enlaces. Sin embargo, en caso de que uno de los cónyuges se encuentre en situación de muerte inminente, la Ley permite dejar a un lado el paso previo del expediente y contraer matrimonio directamente. El artículo 52, del Código Civil, recoge quiénes tienen potestad para celebrar este tipo de matrimonios.

                            Por otra parte, el canon 1116 de la Iglesia Católica dice: “Si no hay alguien que sea competente conforme al derecho para asistir al matrimonio, o no se puede acudir a él sin grave dificultad, quienes pretenden contraer verdadero matrimonio pueden hacerlo válida y lícitamente estando presentes sólo dos testigos:

  1. en peligro de muerte.
  2. fuera de peligro de muerte, con tal de que se revea prudentemente que esa situación va a prolongarse durante un mes.

                            Fue en tiempos de Felipe González, gobernando el PSOE, cuando se dio vía libre a que los matrimonios pudiesen celebrarse en los ayuntamientos por los alcaldes o por los concejales en que el primer edil delegue. También se permiten los “bautizos civiles” y hasta hacer la “comunión por lo civil”; que todo eso lo lleven a cabo los concejales que no profesan una fe, ni comulgan con una confesión religiosa y menos aún se sientan creyentes y, por el contrario, manifiesten su ateísmo o agnosticismo, pues me parece congruente con  sus principios. Ahora bien, que un concejal se declare cristiano católico, que manifiesta públicamente su fe en la Iglesia, que acepta sus dogmas y sacramentos; que para mayor inri  pertenezca a una o varias cofradías de penitencias, ostentando cargos de responsabilidad o no, que cada año, hincándose de hinojos y con la mano derecha sobre los Santos Evangelios, lleve a cabo su protestación de fe, jurando solemnemente  creer y defender las verdades fundamentales de nuestra religión católica, como mínimo chirría y me parece una decisión que entra en  contradicción con unos principios que defiende.

                            Servidor, que no pertenece a ninguna hermandad de penitencia ni a ningún grupo cristiano en general, que es creyente en Dios y en Jesús de Nazaret,  pero es un mal practicante, jamás llevaría a cabo una boda en un ayuntamiento en caso que fuera concejal.  Nunca contribuiría con esa práctica a fomentar y ayudar a la ideología de izquierda, para que ésta continúe ganando adeptos a sus fines de desacralización al sacramento del matrimonio o del bautismo. Sé que es una cuestión de conciencia personal, y que allá cada uno con la suya, y que es su libertad hacer lo que le dicte su corazón o la mente, sin embargo, pienso que hay que elegir entre poner una vela a Dios y otra al diablo. No se puede servir al mismo tiempo a dos dioses.  Y no me digan que eso es puro radicalismo, porque Cristo, a través de su palabra recogida en los cuatro evangelios sinópticos, se muestra muy radical. Por cierto, dicha palabra significa: perteneciente o relativo a la raíz. Y también significa: fundamental o esencial. 

                           Resumiendo:

  • Los concejales no tienen ni la potestad ni la atribución de celebrar bodas en los ayuntamientos, si lo hacen es por pura delegación del alcalde.
  • Personalmente si pertenezco y profeso una fe en la religión católica, y fuera concejal, no llevaría a cabo celebraciones de bodas.
  • Y  mucho menos me enorgullecería de ello.
  • Se empieza celebrando bodas en los ayuntamientos y se terminan por realizar bautizos y comuniones civiles.

                            Cuando veo la publicación de la concejal del partido, defensor de las tradiciones y costumbres más arraigadas en España, sólo noto un afán de protagonismo, un constante postineo en salir en las fotos, el ansia de satisfacer su ego,  todo eso le puede más que el cumplimiento y firmeza de mantenerse en unos principios que dice defender y jurar cuando lleva a cabo su pública protestación de fe cada año en su hermandad o cuando, esta misma protestación de fe, la realiza al rezar el credo cada vez que asiste a la Eucaristía.

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